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el matrimonio eterno: manual para el alumno - The Church of Jesus

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212<br />

I GUALDAD ENTRE EL HOMBRE Y LA MUJER<br />

Élder Boyd K. Packer<br />

“Su esposa es la compañera en lo que respecta a dirigir<br />

la familia y debe tener pleno conocimiento de<br />

todas las decisiones concernientes al hogar y total participación<br />

en <strong>el</strong>las” (Liahona, julio de 1994, pág. 24).<br />

Élder James E. Faust<br />

“¿Cómo deben los poseedores d<strong>el</strong> sacerdocio tratar<br />

a su esposa y a las demás mujeres de su familia?<br />

Debemos venerar a nuestra esposa; <strong>el</strong>la necesita<br />

que su esposo la alabe, y es preciso<br />

que los niños oigan al padre <strong>el</strong>ogiar a<br />

la madre (véase Proverbios 31:28). El En <strong>el</strong> <strong>matrimonio</strong>,<br />

Señor valora a Sus hijas tanto como a ninguno es superior<br />

Sus hijos. En <strong>el</strong> <strong>matrimonio</strong>, ninguno<br />

al otro.<br />

es superior al otro y cada uno de los<br />

cónyuges tiene una responsabilidad<br />

principal diferente y divina. La más importante de<br />

todas las responsabilidades de una esposa es la<br />

maternidad. Creo firmemente que nuestras queridas<br />

y fi<strong>el</strong>es hermanas poseen una nobleza espiritual<br />

que es intrínseca de su naturaleza” (Liahona, enero<br />

de 1994, pág. 45).<br />

“Hay una diferencia intrínseca en lo que hacen <strong>el</strong><br />

padre y la madre por sus hijos; ambos reúnen las<br />

condiciones <strong>para</strong> educarlos, pero su manera de<br />

actuar es diferente; se diría que la madre tiene un<br />

pap<strong>el</strong> preponderante en pre<strong>para</strong>r al niño <strong>para</strong> la<br />

vida en <strong>el</strong> seno familiar (tanto presente como<br />

futura), y que <strong>el</strong> padre está más habilitado <strong>para</strong> pre<strong>para</strong>rlo<br />

con <strong>el</strong> fin de que se desenvu<strong>el</strong>va mejor en <strong>el</strong><br />

ambiente exterior” (Liahona, julio de 1993, pág. 41).<br />

Élder Dallin H. Oaks<br />

“Vivimos en una época en que hay muchas presiones<br />

políticas, legales y sociales <strong>para</strong> introducir cambios<br />

que tratan de hacer desaparecer las diferencias que<br />

existen entre <strong>el</strong> hombre y la mujer. Nuestra perspectiva<br />

eterna nos coloca en oposición a los cambios que<br />

alteren esos deberes y privilegios se<strong>para</strong>dos de mujeres<br />

y hombres que son esenciales <strong>para</strong> lograr <strong>el</strong> gran plan<br />

de f<strong>el</strong>icidad. No nos oponemos a todos los cambios<br />

E L M ATRIMONIO E TERNO: MANUAL P ARA E L A LUMNO<br />

en <strong>el</strong> tratamiento d<strong>el</strong> varón y de la mujer, pues algunos<br />

que enmiendan leyes o costumbres sirven <strong>para</strong><br />

corregir errores antiguos que jamás se fundaron en los<br />

principios <strong>eterno</strong>s” (Liahona, enero de 1994, pág. 86).<br />

Élder M. Russ<strong>el</strong>l Ballard<br />

Las hermanas “desean… que las escuchen y valoren<br />

y [desean también] hacer contribuciones significativas<br />

a la estaca o <strong>el</strong> barrio y a sus miembros <strong>para</strong> servir<br />

al Señor y ayudar a llevar a cabo la misión de la<br />

Iglesia…<br />

“Hermanos, asegúrense de contar con<br />

la contribución fundamental de las<br />

hermanas en sus reuniones de consejo”<br />

(Liahona, enero de 1994, págs.<br />

89–90).<br />

Hermana Eliza R. Snow<br />

“ ‘La condición de la mujer es uno de los asuntos de<br />

mayor actualidad, y <strong>el</strong> mundo se ve obligado a prestarle<br />

atención tanto en <strong>el</strong> aspecto social como en <strong>el</strong><br />

político. Hay quienes… se rehúsan a reconocer que<br />

la mujer está capacitada <strong>para</strong> disfrutar de cualquier<br />

derecho aparte de los que los caprichos, las modas o<br />

la justicia de los hombres, según venga al caso, puedan<br />

decidir otorgarle. Critican y se burlan de las<br />

razones que no pueden rebatir, un antiguo ardid<br />

que emplean los que se oponen a principios correctos<br />

que les es imposible contradecir. Otros, por su<br />

parte, no sólo reconocen que la condición de la<br />

mujer debe mejorarse, sino que además son tan<br />

radicales con sus teorías exageradas que la colocarían<br />

en abierto antagonismo con <strong>el</strong> hombre, la forzarían<br />

a una existencia se<strong>para</strong>da y opuesta, y con <strong>el</strong><br />

fin de demostrar lo absolutamente independiente<br />

que <strong>el</strong>la puede ser, la harían apropiarse de las facetas<br />

más reprensibles en la personalidad d<strong>el</strong> hombre,<br />

facetas que deberían ser desechadas o mejoradas por<br />

<strong>el</strong>las en lugar de imitadas. Estos son los dos extremos,<br />

y entre ambos se encuentra la situación ideal”<br />

(“Woman’s Status”, Woman’s Exponent, 15 de julio<br />

de 1872, pág. 29).

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