el matrimonio eterno: manual para el alumno - The Church of Jesus
el matrimonio eterno: manual para el alumno - The Church of Jesus
el matrimonio eterno: manual para el alumno - The Church of Jesus
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
230<br />
L A F AMILIA: UNA PROCLAMACIÓN PARA EL MUNDO<br />
Presidente Gordon B. Hinckley<br />
“Hay un remedio <strong>para</strong> todo esto, y no es <strong>el</strong> divorcio.<br />
Se encuentra en <strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io d<strong>el</strong> Hijo de Dios. Él fue<br />
quien dijo: ‘…por tanto, lo que Dios juntó, no lo<br />
separe <strong>el</strong> hombre’ (Mateo 19:6). El remedio <strong>para</strong> la<br />
mayoría de los problemas matrimoniales no es <strong>el</strong><br />
divorcio sino <strong>el</strong> arrepentimiento. No es la se<strong>para</strong>ción<br />
sino la integridad que impulsa a un hombre a<br />
armarse de valor y cumplir con sus obligaciones. El<br />
remedio se encuentra en la aplicación de la Regla de<br />
Oro” (Liahona, julio de 1991, pág. 80).<br />
Élder Spencer W. Kimball<br />
“Conviene recordar que [aunque] <strong>el</strong> adulterio y<br />
otros pecados sexuales son atroces, horribles y graves,<br />
<strong>el</strong> Señor amablemente ha dispuesto <strong>el</strong> perdón,<br />
con la condición de un arrepentimiento en proporción<br />
al pecado. Sin embargo, en lo que concierne a<br />
estos pecados, aun los de menor gravedad, la prevención<br />
es mucho mejor que la curación” (El<br />
Milagro d<strong>el</strong> Perdón, págs. 72–73).<br />
“Otra pareja de jóvenes manifestó un desconocimiento<br />
similar de la gravedad d<strong>el</strong> pecado, y en particular<br />
d<strong>el</strong> pecado sexual. En diciembre d<strong>el</strong> año<br />
anterior se habían comprometido formalmente,<br />
intercambiado anillos, y en junio vinieron a verme.<br />
En este intervalo de seis meses habían cometido frecuentemente<br />
su pecado sexual, y en junio fueron a<br />
ver a sus obispos respectivos <strong>para</strong> pedir la recomendación<br />
al templo. El obispo de la joven, sabiendo<br />
que siempre había sido activa, no la interrogó en<br />
forma minuciosa en cuanto a su pureza, y momentos<br />
después ya estaba guardando en su bolsa una<br />
recomendación que se iba a usar en la boda proyectada<br />
<strong>para</strong> junio. El obispo d<strong>el</strong> otro barrio interrogó<br />
al joven cuidadosamente y se enteró de los seis<br />
meses de transgresión.<br />
“Al presentarse en mi <strong>of</strong>icina, la pareja francamente<br />
admitió su pecado y me quedé asombrado cuando<br />
dijeron: ‘¿No es cosa mala, verdad, en vista de que<br />
estábamos comprometidos formalmente y esperábamos<br />
casarnos en breve?’ Ninguna comprensión<br />
tenían de la magnitud d<strong>el</strong> pecado. Estaban ya <strong>para</strong><br />
entrar en <strong>el</strong> santo templo y casarse sin ocurrírs<strong>el</strong>es<br />
que estaban pr<strong>of</strong>anando la Casa d<strong>el</strong> Señor. ¡Cuán<br />
defectuosa era su pre<strong>para</strong>ción! ¡Cuán insincera su<br />
manera de proceder! Se sintieron muy molestos<br />
cuando fue necesario aplazar su <strong>matrimonio</strong> <strong>para</strong><br />
dar tiempo al arrepentimiento. Habían justificado<br />
de tal manera <strong>el</strong> pecado que ya casi ni existía [en su<br />
E L M ATRIMONIO E TERNO: MANUAL P ARA E L A LUMNO<br />
mente]. Insistieron en que se les señalara una fecha,<br />
la más próxima que les fuera posible obtener, en la<br />
cual pudieran fijar sus planes <strong>para</strong> efectuar su <strong>matrimonio</strong><br />
en <strong>el</strong> templo. No entendían que <strong>el</strong> perdón<br />
no es cosa de días ni de meses ni aun de años, sino<br />
es cuestión de intensidad de sentimiento y transformación<br />
d<strong>el</strong> ser. Nuevamente se manifestó en este<br />
caso una tergiversación de su actitud, una falta de<br />
convicción de la seriedad de su pr<strong>of</strong>unda transgresión.<br />
No habían confesado su grave pecado; no<br />
habían hecho más que admitirlo cuando se descubrió.<br />
Existe una amplia diferencia entre las dos<br />
situaciones.<br />
“Esta pareja no parecía tener ningún concepto de<br />
satisfacer al Señor, de pagar los castigos completos y<br />
procurar una liberación y ajuste que pudieran considerarse<br />
terminantes y ser aceptados por <strong>el</strong> Señor. Les<br />
hice esta pregunta: ‘Al considerar ustedes esta transgresión,<br />
¿les parece que se les debe excomulgar de<br />
la Iglesia?’ Los llenó de sorpresa tal pregunta. No<br />
habían considerado su abominable pecado como<br />
cosa mayor que una indiscreción. Habían nacido<br />
y se habían criado en la Iglesia, y habían recibido<br />
<strong>el</strong> don d<strong>el</strong> Espíritu Santo a los ocho años de edad;<br />
pero en las noches sucesivas de su perfidia habían<br />
ahuyentado al Espíritu Santo. Lo habían hecho sentirse<br />
rechazado. No estaban escuchando sus impresiones.<br />
Es inconcebible que no hayan sabido cuán<br />
grave era su pecado, pero se habían convencido a sí<br />
mismos en contra de la verdad. Habían cauterizado<br />
su conciencia como con un hierro caliente” (El<br />
Milagro d<strong>el</strong> Perdón, págs. 154–155).<br />
“En mi <strong>of</strong>icina un día se hallaba sentada una pareja<br />
muy seria que tenía una familia numerosa de niños<br />
pequeños. En los primeros años de su vida de casados<br />
ambos habían cometido adulterio, y por muchos<br />
años habían estado sufriendo agonías inexpresables<br />
de remordimiento. Se habían perdonado <strong>el</strong> uno al<br />
otro, pero aún estaban padeciendo tormentos.<br />
“La pareja había venido <strong>para</strong> que se les contestaran<br />
algunas preguntas. No podían soportarlo más. El<br />
esposo rompió <strong>el</strong> silencio. ‘Le dije a mi esposa que<br />
por motivo de nuestro adulterio en años pasados,<br />
jamás podíamos esperar la salvación en <strong>el</strong> reino<br />
c<strong>el</strong>estial, mucho menos la exaltación en la vida<br />
eterna; pero que podíamos derivar grandes satisfacciones<br />
engendrando hijos e instruyéndoles a ser tan<br />
justos que podríamos estar seguros de que todos<br />
<strong>el</strong>los recibirían todas las bendiciones d<strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io<br />
y de la Iglesia y finalmente lograrían su exaltación’.