el matrimonio eterno: manual para el alumno - The Church of Jesus
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Cuando se meta en la cabeza de los niños que <strong>el</strong><br />
hombre es progenie de los animales, tal enseñanza<br />
debería ir acompañada de instrucciones claras de<br />
dejar la idea de lado en <strong>el</strong> jardín de la mente hasta<br />
que la fe eche raíces. De otro modo, las semillas<br />
de la duda pueden germinar y asfixiar la fe incipiente,<br />
dando como resultado una cosecha de<br />
fruto amargo, y la persona que haya enseñado la<br />
teoría acabará habiendo prestado servicio al maestro<br />
errado.<br />
La libertad de <strong>el</strong>ección<br />
Lehi enseñó que los hombres son libres y que deben<br />
ser libres “<strong>para</strong> actuar por sí mismos, y no <strong>para</strong> que<br />
se actúe sobre <strong>el</strong>los, a menos que sea por <strong>el</strong> castigo<br />
de la ley en <strong>el</strong> grande y último día” (2 Nefi 2:26).<br />
La sociedad actual se desliga de cualquier responsabilidad<br />
por la alta incidencia de inmoralidad sexual<br />
evidente entre los jóvenes, excepto la de enseñar<br />
a los niños <strong>el</strong> proceso físico de la reproducción<br />
humana con <strong>el</strong> fin de prevenir embarazos y enfermedades<br />
o la de dar anticonceptivos a los adolescentes,<br />
los cuales supuestamente han de protegerlos<br />
de ambas cosas. Cuando se hace esfuerzo alguno<br />
por incluir en las asignaturas valores universales —<br />
no únicamente valores de la Iglesia, sino de la civilización<br />
y la sociedad misma— se escucha la protesta:<br />
“Nos imponen la r<strong>el</strong>igión, lo cual es una violación<br />
de nuestra libertad”.<br />
Es interesante cómo una virtud, cuando se le da un<br />
énfasis exagerado o fanático, puede usarse <strong>para</strong><br />
derribar otra virtud. ¡Cuánta sagacidad hay en <strong>el</strong><br />
engaño que ap<strong>el</strong>a a la libertad como virtud <strong>para</strong> justificar<br />
<strong>el</strong> vicio!<br />
Los partidarios de desmoronar toda barrera presumen<br />
no tener responsabilidad al decir: “No tengo<br />
intención de hacer nada de lo que <strong>el</strong>los hacen, pero<br />
soy d<strong>el</strong> parecer que todos deben tener la libertad de<br />
<strong>el</strong>egir lo que quieren hacer sin que se les coloquen<br />
trabas morales o legales”. Con ese mismo razonamiento,<br />
uno podría insistir que todas las señales o<br />
barreras de tránsito, que protegen la vida d<strong>el</strong> descuidado,<br />
deberían abolirse siguiendo la teoría de que<br />
cada cual tiene <strong>el</strong> derecho moral de escoger cuánto<br />
acercarse al precipicio.<br />
Hay leyes superiores<br />
Cualquiera que haya recibido la enseñanza d<strong>el</strong> plan<br />
de salvación comprende que apoyar la liberación de<br />
todas las restricciones es predicar algo que va contra<br />
la voluntad de Dios. La frase “libre albedrío” no aparece<br />
en las Escrituras. El único albedrío d<strong>el</strong> que se<br />
habla es <strong>el</strong> albedrío moral, “…que yo he dado”, dijo <strong>el</strong><br />
Señor, “<strong>para</strong> que todo hombre responda por sus propios<br />
pecados en <strong>el</strong> día d<strong>el</strong> juicio” (D. y C. 101:78).<br />
Civilizaciones pasadas, como por ejemplo Sodoma y<br />
Gomorra, se han destruido a sí mismas mediante la<br />
desobediencia a las leyes de la moralidad. “Porque<br />
<strong>el</strong> Espíritu d<strong>el</strong> Señor no siempre luchará con <strong>el</strong><br />
hombre. Y cuando <strong>el</strong> Espíritu cesa de luchar con <strong>el</strong><br />
hombre, entonces viene una presta destrucción”<br />
(2 Nefi 26:11; véase también Génesis 6:3; Éter 2:15;<br />
D. y C. 1:33; Moisés 8:17).<br />
Si contaminamos nuestras fuentes de vida, o llevamos<br />
a otras personas a transgredir de esa forma,<br />
habrá castigos más “dolorosos” y “difíciles de aguantar”<br />
(véase D. y C. 19:15) de lo que pudieran valer<br />
todos los placeres físicos. Alma dijo lo siguiente a su<br />
hijo Coriantón: “¿No sabes tú, hijo mío, que estas<br />
cosas son una abominación a los ojos d<strong>el</strong> Señor; sí,<br />
más abominables que todos los pecados, salvo <strong>el</strong><br />
derramar sangre inocente o <strong>el</strong> negar al Espíritu<br />
Santo?” (Alma 39:5). No escapamos las consecuencias<br />
de transgredir.<br />
El único uso legítimo d<strong>el</strong> poder de procrear se lleva<br />
a cabo entre marido y mujer que están legal y lícitamente<br />
casados. Cualquier otra cosa constituye una<br />
violación de los mandamientos de Dios mismo. En<br />
las palabras de Alma: “Os digo que si habláis en<br />
contra de <strong>el</strong>lo, nada importa; porque la palabra de<br />
Dios debe cumplirse” (Alma 5:58).<br />
Ustedes que están casados seguramente sienten <strong>el</strong><br />
gozo de ser padres y la responsabilidad que da la<br />
vida familiar. Siempre tengan presente, y como<br />
parte central de sus vidas, <strong>el</strong> criar a sus hijos en verdad<br />
y luz, brindando a esas preciadas almas lo<br />
mejor de lo que ustedes aprenden de la vida. Y<br />
acepten esta exhortación. La pareja casada puede ser<br />
tentada <strong>para</strong> que introduzca a la r<strong>el</strong>ación cosas que<br />
no son dignas. A decir de las Escrituras, no cambien<br />
“<strong>el</strong> uso natural por <strong>el</strong> que es contra naturaleza”<br />
(Romanos 1:26). Si lo hacen, <strong>el</strong> tentador los dividirá<br />
como pareja. Si algo indigno ya se ha convertido en<br />
parte de la r<strong>el</strong>ación, tengan la sensatez de no volver<br />
a hacerlo nunca más.<br />
Las excepciones<br />
I NTIMIDAD FÍSICA EN EL MATRIMONIO 221<br />
Al hablar d<strong>el</strong> <strong>matrimonio</strong> y la vida familiar, inevitablemente<br />
se piensa: “¿Y qué de las excepciones?<br />
¡Siempre las hay!”. Algunos nacen con limitaciones<br />
E L M ATRIMONIO E TERNO: MANUAL P ARA E L A LUMNO