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el matrimonio eterno: manual para el alumno - The Church of Jesus

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126<br />

E LECCIÓN DEL CÓNYUGE<br />

“No has entendido”<br />

Ejemplo número uno: Había un hombre llamado<br />

Oliver Cowdery, quien en los primeros días de la<br />

Iglesia actuó como amanuense d<strong>el</strong> pr<strong>of</strong>eta; él era <strong>el</strong><br />

escriba, y como tal, escribía las palabras que <strong>el</strong> pr<strong>of</strong>eta<br />

José dictaba mientras estaba bajo la influencia<br />

d<strong>el</strong> Espíritu y en <strong>el</strong> proceso de la traducción (estaba<br />

traduciendo <strong>el</strong> Libro de Mormón). En aqu<strong>el</strong> entonces,<br />

<strong>el</strong> hermano Cowdery se encontraba r<strong>el</strong>ativamente<br />

inmaduro en lo que respecta al aspecto<br />

espiritual, y buscaba y deseaba hacer algo superior a<br />

la capacidad espiritual que tenía en esos momentos:<br />

deseaba traducir. De manera que importunó al pr<strong>of</strong>eta,<br />

quien comunicó <strong>el</strong> asunto al Señor, y así recibieron<br />

una rev<strong>el</strong>ación en la que Él declaró: “Oliver<br />

Cowdery, de cierto, de cierto te digo: Así como vive<br />

<strong>el</strong> Señor, que es tu Dios y tu Redentor, que ciertamente<br />

recibirás conocimiento de cuantas cosas<br />

pidieres con fe, con un corazón sincero, creyendo<br />

que recibirás…”. Y luego se define una de las cosas<br />

que podría recibir: “conocimiento concerniente a<br />

los grabados sobre anales antiguos, que son de<br />

antaño, los cuales contienen aqu<strong>el</strong>las partes de mis<br />

Escrituras de que se ha hablado por la manifestación<br />

de mi Espíritu”.<br />

Habiendo tratado de esta manera <strong>el</strong> problema específico,<br />

<strong>el</strong> Señor rev<strong>el</strong>ó un principio que se aplica a<br />

ésa y a toda situación semejante: “Sí, he aquí,<br />

hablaré a tu mente y a tu corazón por medio d<strong>el</strong><br />

Espíritu Santo que vendrá sobre ti y morará en tu<br />

corazón. Ahora, he aquí, éste es <strong>el</strong> espíritu de rev<strong>el</strong>ación”<br />

(D. y C. 8:1–3).<br />

Oliver hizo lo que muchos de nosotros habríamos<br />

hecho. Poseía las instrucciones que hemos leído, y<br />

pensó que significaban lo que aparentaban decir, o<br />

sea que si pedía a Dios con fe, obtendría <strong>el</strong> poder<br />

<strong>para</strong> traducir. Pero encontrándose en esa condición<br />

de inmadurez espiritual, no había aprendido aún lo<br />

que se requería <strong>para</strong> pedir a Dios, la forma de generar<br />

esa clase de fe ni lo que había que hacer <strong>para</strong><br />

obtener respuesta a una oración. De manera que<br />

pidió, y como ustedes saben, fracasó. Le fue totalmente<br />

imposible traducir, lo cual imagino causó<br />

algo de inquietud en él y en <strong>el</strong> pr<strong>of</strong>eta. Llevaron <strong>el</strong><br />

asunto nuevamente al Señor, de quien estaban tratando<br />

de recibir <strong>el</strong> cumplimiento de la promesa, y<br />

la respuesta llegó, mediante la cual supieron la<br />

razón por la que no podía traducir: “He aquí, no<br />

has entendido; has supuesto que yo te lo concedería<br />

cuando no pensaste sino en pedirme” (D. y C. 9:7).<br />

E L M ATRIMONIO E TERNO: MANUAL P ARA E L A LUMNO<br />

Aparentemente, pedir con fe no era todo lo que se<br />

le había mandado hacer, sino que junto con esa<br />

condición, se encuentra <strong>el</strong> requisito de que debemos<br />

hacer todo lo que esté a nuestro alcance <strong>para</strong><br />

lograr la meta que deseamos. Utilizamos <strong>el</strong> albedrío<br />

con <strong>el</strong> que hemos sido investidos; utilizamos toda<br />

facultad que poseemos <strong>para</strong> conseguir <strong>el</strong> resultado<br />

deseado. Dicho resultado podrá ser la traducción d<strong>el</strong><br />

Libro de Mormón, la <strong>el</strong>ección d<strong>el</strong> cónyuge, la s<strong>el</strong>ección<br />

de un empleo o cualquiera de las innumerables<br />

cosas importantes que surgen en nuestra vida.<br />

El Señor agregó:<br />

“…te digo que debes estudiarlo en tu mente; entonces<br />

has de preguntarme si está bien; y si así fuere,<br />

haré que tu pecho arda dentro de ti; por tanto, sentirás<br />

que está bien.<br />

“Mas si no estuviere bien, no sentirás tal cosa, sino<br />

que te sobrevendrá un estupor de pensamiento que<br />

te hará olvidar lo que está mal; por lo tanto, no<br />

puedes escribir lo que es sagrado a no ser que lo<br />

recibas de mí” (D. y C. 9:8–9).<br />

¿Cómo se <strong>el</strong>ige a la esposa? He oído a muchos<br />

jóvenes de la Universidad Brigham Young y de otras<br />

partes decir: “Tengo que sentir inspiración; tengo que<br />

recibir rev<strong>el</strong>ación; tengo que ayunar y orar <strong>para</strong> que <strong>el</strong><br />

Señor me manifieste con quién debo casarme”. Bien,<br />

quizá esto les extrañe un poco, pero nunca en mi vida<br />

le pregunté al Señor con quién debía casarme. Nunca<br />

se me ocurrió preguntarle. Fui y encontré a la jovencita<br />

que quería; evalué y consideré la posibilidad, y<br />

supe qué era lo que debía hacer. Ahora bien, si<br />

hubiera hecho las cosas a la perfección, hubiese acudido<br />

al Señor, lo cual no hice. Lo único que hice fue<br />

orar y pedir ayuda y dirección con respecto a la decisión<br />

que había tomado. Lo más indicado habría sido<br />

pedirle consejo en cuanto a la decisión en sí y obtener<br />

una confirmación espiritual de que la conclusión a la<br />

que mi albedrío y mis facultades habían llegado era<br />

la correcta.<br />

“¿Para qué me preguntas?”<br />

Ahora vamos al ejemplo número dos: Hubo un<br />

hombre, cuyo nombre no fue preservado en los<br />

registros antiguos, conocido como <strong>el</strong> hermano de<br />

Jared (otras fuentes nos indican que se llamaba<br />

Moriáncumer) que inicialmente fue <strong>el</strong> líder espiritual<br />

de los jareditas. A partir d<strong>el</strong> comienzo de su jornada<br />

desde la torre de Bab<strong>el</strong> hacia la tierra prometida<br />

en América, él fue <strong>el</strong> único que se comunicaba con

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