el matrimonio eterno: manual para el alumno - The Church of Jesus
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F UNCIONES Y RESPONSABILIDADES DIVINAS DE LA MUJER<br />
a las naciones” (D. y C. 115:5); un llamado a vivir<br />
como mujeres de Dios <strong>para</strong> que junto con nuestra<br />
familia regresemos a salvo al hogar.<br />
Tenemos tantos motivos <strong>para</strong> regocijarnos, ¡porque<br />
<strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io de Jesucristo es la voz de gozo! El<br />
Salvador venció, y por eso nosotras también podemos<br />
vencer. Él se levantó al tercer día, y por eso<br />
nosotras podemos levantarnos como mujeres de<br />
Dios. Que dejemos a un lado las cosas de este<br />
mundo y busquemos las de un mundo mejor; que<br />
nos dediquemos en esta misma hora a abandonar <strong>el</strong><br />
mundo y nunca mirar hacia atrás. En <strong>el</strong> nombre de<br />
Jesucristo. Amén.<br />
“PERO SÓLO UNA COSA ES<br />
NECESARIA”: CÓMO CONVERTIRSE<br />
EN MUJERES CON MAYOR FE<br />
EN CRISTO<br />
hermana Patricia T. Holland<br />
Ex Presidenta General de las<br />
Mujeres Jóvenes<br />
Ensign, octubre de 1987, págs.<br />
26–33<br />
Poco después de que me r<strong>el</strong>evaran de la presidencia<br />
general de las Mujeres Jóvenes en abril de 1986,<br />
tuve la oportunidad de pasar una semana en Isra<strong>el</strong>.<br />
Los dos años previos habían sido muy difíciles y<br />
requirieron mucho de mi parte. El ser una buena<br />
madre, dedicando <strong>el</strong> tiempo necesario <strong>para</strong> lograr <strong>el</strong><br />
éxito como tal siempre ha sido mi prioridad, así que<br />
intenté ser una madre de jornada completa <strong>para</strong> un<br />
hijo en la escu<strong>el</strong>a primaria, otro en la secundaria y<br />
otro que se pre<strong>para</strong>ba <strong>para</strong> la misión. También<br />
intenté ser una esposa de jornada completa de un<br />
rector universitario que siempre estaba increíblemente<br />
ocupado. A su vez trataba de ser una consejera<br />
de jornada completa en la presidencia general,<br />
hasta donde me era posible dado que vivía a ochenta<br />
kilómetros de la <strong>of</strong>icina; fue una época importante<br />
en la que se formaron principios y se dio inicio a<br />
varios programas, por lo cual mi preocupación era<br />
no estar haciendo lo suficiente, así que me esforzaba<br />
en ir un poco más a prisa.<br />
Hacia <strong>el</strong> final d<strong>el</strong> segundo año de mi llamamiento,<br />
mi salud se había deteriorado. Perdía peso constantemente<br />
y no dormía bien. Mi marido y mis hijos<br />
E L M ATRIMONIO E TERNO: MANUAL P ARA E L A LUMNO<br />
trataron de cuidarme a la vez que yo trataba de<br />
cuidarlos a <strong>el</strong>los. Nos sentíamos exhaustos, pero<br />
aún así, seguía pensando en qué podía hacer <strong>para</strong><br />
cumplir mejor con mis obligaciones. La Primera<br />
Presidencia y los Doce Apóstoles, siempre llenos de<br />
compasión, observaron la situación y me extendieron<br />
un r<strong>el</strong>evo amoroso. Por más agradecida que se<br />
sintiera mi familia al ver que se acababa mi periodo<br />
de servicio, sentí que perdía <strong>el</strong> vínculo con las hermanas<br />
que tanto había llegado a querer y, debo<br />
confesar, también un poco de mi identidad. ¿Quién<br />
era yo? ¿Qué lugar debía ocupar entre tanto requisito<br />
entreverado? ¿Debía la vida ser así de difícil?<br />
¿Cuánto éxito había tenido en mis distintas asignaciones<br />
que a veces parecían crear conflicto entre sí?<br />
¿Acaso había fracasado en todas <strong>el</strong>las? Los días que<br />
siguieron a mi r<strong>el</strong>evo fueron tan difíciles como las<br />
semanas anteriores. Me sentía desprovista de toda<br />
energía, como sin combustible y sin siquiera vislumbrar<br />
dónde llenar <strong>el</strong> tanque.<br />
Apenas unas semanas más tarde, mi esposo recibió la<br />
asignación que ya mencioné de ir a Jerusalén, y las<br />
Autoridades Generales que también viajaban <strong>para</strong><br />
allá me pidieron que lo acompañara. “Vamos”, me<br />
dijo. “Te puedes recuperar en la tierra de agua viva y<br />
d<strong>el</strong> pan de la vida d<strong>el</strong> Salvador”. Aunque estaba cansadísima,<br />
empaqué las maletas creyendo –o por lo<br />
menos esperando– que <strong>el</strong> tiempo que íbamos a estar<br />
allá se convertiría en una tregua sanadora.<br />
Era un hermoso día claro y brillante cuando me senté<br />
frente al mar de Galilea y leí una vez más <strong>el</strong> décimo<br />
capítulo de Lucas. Pero en lugar de las palabras impresas<br />
en la página que tenía d<strong>el</strong>ante de mí, sentí que<br />
con mi mente veía y con mi corazón escuchaba las<br />
siguientes palabras: “[Pati, Pati, Pati], afanada y turbada<br />
estás con muchas cosas”. Luego sentí <strong>el</strong> poder de<br />
la rev<strong>el</strong>ación pura y personal al leer: “Pero sólo una<br />
cosa es [verdaderamente] necesaria” (vers. 40–41).<br />
En <strong>el</strong> mes de mayo, <strong>el</strong> sol es tan brillante en Isra<strong>el</strong><br />
que uno siente que está sentado en la cima d<strong>el</strong><br />
mundo. Yo había visitado recientemente <strong>el</strong> valle de<br />
Ajalón donde <strong>el</strong> sol se detuvo <strong>para</strong> Josué (véase Jos.<br />
10:12), y casualmente, en ese día, me parecía que <strong>el</strong><br />
sol también se había detenido <strong>para</strong> mí. Al estar allí<br />
sentada meditando sobre mis problemas, sentí que<br />
los reconfortantes rayos d<strong>el</strong> sol bañaban mi corazón<br />
con una calidez que daba solaz, calma y consu<strong>el</strong>o a<br />
mi alma perturbada.<br />
Nuestro amoroso Padre que está en los ci<strong>el</strong>os parecía<br />
susurrarme: “No tienes por qué preocuparte por