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el matrimonio eterno: manual para el alumno - The Church of Jesus

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174<br />

F UNCIONES Y RESPONSABILIDADES DIVINAS DE LA MUJER<br />

a las naciones” (D. y C. 115:5); un llamado a vivir<br />

como mujeres de Dios <strong>para</strong> que junto con nuestra<br />

familia regresemos a salvo al hogar.<br />

Tenemos tantos motivos <strong>para</strong> regocijarnos, ¡porque<br />

<strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io de Jesucristo es la voz de gozo! El<br />

Salvador venció, y por eso nosotras también podemos<br />

vencer. Él se levantó al tercer día, y por eso<br />

nosotras podemos levantarnos como mujeres de<br />

Dios. Que dejemos a un lado las cosas de este<br />

mundo y busquemos las de un mundo mejor; que<br />

nos dediquemos en esta misma hora a abandonar <strong>el</strong><br />

mundo y nunca mirar hacia atrás. En <strong>el</strong> nombre de<br />

Jesucristo. Amén.<br />

“PERO SÓLO UNA COSA ES<br />

NECESARIA”: CÓMO CONVERTIRSE<br />

EN MUJERES CON MAYOR FE<br />

EN CRISTO<br />

hermana Patricia T. Holland<br />

Ex Presidenta General de las<br />

Mujeres Jóvenes<br />

Ensign, octubre de 1987, págs.<br />

26–33<br />

Poco después de que me r<strong>el</strong>evaran de la presidencia<br />

general de las Mujeres Jóvenes en abril de 1986,<br />

tuve la oportunidad de pasar una semana en Isra<strong>el</strong>.<br />

Los dos años previos habían sido muy difíciles y<br />

requirieron mucho de mi parte. El ser una buena<br />

madre, dedicando <strong>el</strong> tiempo necesario <strong>para</strong> lograr <strong>el</strong><br />

éxito como tal siempre ha sido mi prioridad, así que<br />

intenté ser una madre de jornada completa <strong>para</strong> un<br />

hijo en la escu<strong>el</strong>a primaria, otro en la secundaria y<br />

otro que se pre<strong>para</strong>ba <strong>para</strong> la misión. También<br />

intenté ser una esposa de jornada completa de un<br />

rector universitario que siempre estaba increíblemente<br />

ocupado. A su vez trataba de ser una consejera<br />

de jornada completa en la presidencia general,<br />

hasta donde me era posible dado que vivía a ochenta<br />

kilómetros de la <strong>of</strong>icina; fue una época importante<br />

en la que se formaron principios y se dio inicio a<br />

varios programas, por lo cual mi preocupación era<br />

no estar haciendo lo suficiente, así que me esforzaba<br />

en ir un poco más a prisa.<br />

Hacia <strong>el</strong> final d<strong>el</strong> segundo año de mi llamamiento,<br />

mi salud se había deteriorado. Perdía peso constantemente<br />

y no dormía bien. Mi marido y mis hijos<br />

E L M ATRIMONIO E TERNO: MANUAL P ARA E L A LUMNO<br />

trataron de cuidarme a la vez que yo trataba de<br />

cuidarlos a <strong>el</strong>los. Nos sentíamos exhaustos, pero<br />

aún así, seguía pensando en qué podía hacer <strong>para</strong><br />

cumplir mejor con mis obligaciones. La Primera<br />

Presidencia y los Doce Apóstoles, siempre llenos de<br />

compasión, observaron la situación y me extendieron<br />

un r<strong>el</strong>evo amoroso. Por más agradecida que se<br />

sintiera mi familia al ver que se acababa mi periodo<br />

de servicio, sentí que perdía <strong>el</strong> vínculo con las hermanas<br />

que tanto había llegado a querer y, debo<br />

confesar, también un poco de mi identidad. ¿Quién<br />

era yo? ¿Qué lugar debía ocupar entre tanto requisito<br />

entreverado? ¿Debía la vida ser así de difícil?<br />

¿Cuánto éxito había tenido en mis distintas asignaciones<br />

que a veces parecían crear conflicto entre sí?<br />

¿Acaso había fracasado en todas <strong>el</strong>las? Los días que<br />

siguieron a mi r<strong>el</strong>evo fueron tan difíciles como las<br />

semanas anteriores. Me sentía desprovista de toda<br />

energía, como sin combustible y sin siquiera vislumbrar<br />

dónde llenar <strong>el</strong> tanque.<br />

Apenas unas semanas más tarde, mi esposo recibió la<br />

asignación que ya mencioné de ir a Jerusalén, y las<br />

Autoridades Generales que también viajaban <strong>para</strong><br />

allá me pidieron que lo acompañara. “Vamos”, me<br />

dijo. “Te puedes recuperar en la tierra de agua viva y<br />

d<strong>el</strong> pan de la vida d<strong>el</strong> Salvador”. Aunque estaba cansadísima,<br />

empaqué las maletas creyendo –o por lo<br />

menos esperando– que <strong>el</strong> tiempo que íbamos a estar<br />

allá se convertiría en una tregua sanadora.<br />

Era un hermoso día claro y brillante cuando me senté<br />

frente al mar de Galilea y leí una vez más <strong>el</strong> décimo<br />

capítulo de Lucas. Pero en lugar de las palabras impresas<br />

en la página que tenía d<strong>el</strong>ante de mí, sentí que<br />

con mi mente veía y con mi corazón escuchaba las<br />

siguientes palabras: “[Pati, Pati, Pati], afanada y turbada<br />

estás con muchas cosas”. Luego sentí <strong>el</strong> poder de<br />

la rev<strong>el</strong>ación pura y personal al leer: “Pero sólo una<br />

cosa es [verdaderamente] necesaria” (vers. 40–41).<br />

En <strong>el</strong> mes de mayo, <strong>el</strong> sol es tan brillante en Isra<strong>el</strong><br />

que uno siente que está sentado en la cima d<strong>el</strong><br />

mundo. Yo había visitado recientemente <strong>el</strong> valle de<br />

Ajalón donde <strong>el</strong> sol se detuvo <strong>para</strong> Josué (véase Jos.<br />

10:12), y casualmente, en ese día, me parecía que <strong>el</strong><br />

sol también se había detenido <strong>para</strong> mí. Al estar allí<br />

sentada meditando sobre mis problemas, sentí que<br />

los reconfortantes rayos d<strong>el</strong> sol bañaban mi corazón<br />

con una calidez que daba solaz, calma y consu<strong>el</strong>o a<br />

mi alma perturbada.<br />

Nuestro amoroso Padre que está en los ci<strong>el</strong>os parecía<br />

susurrarme: “No tienes por qué preocuparte por

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