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el matrimonio eterno: manual para el alumno - The Church of Jesus

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dirigirlos y luego darles la oportunidad de empezar<br />

su propia vida por sí mismos.<br />

El momento de escuchar es cuando alguien necesita<br />

que se le escuche. Los niños, por naturaleza, anh<strong>el</strong>an<br />

contar sus experiencias, las que varían entre la<br />

f<strong>el</strong>icidad y las tristezas. ¿Tenemos interés en escucharles?<br />

Si tratan de expresar su angustia, ¿podemos<br />

escuchar algo sorprendente sin entrar en estado de<br />

shock? ¿Podemos escucharles sin interrumpir y sin<br />

hacer juicios repentinos que cierren la puerta al diálogo?<br />

Podemos mantener abierta esa puerta si les<br />

hacemos saber que confiamos en <strong>el</strong>los y comprendemos<br />

lo que sienten. Los adultos no deben hacer<br />

de cuenta que algo no ha sucedido sólo porque no<br />

quieren que haya sucedido.<br />

A veces, hasta <strong>el</strong> silencio puede interpretarse mal. Se<br />

escribió un r<strong>el</strong>ato en <strong>el</strong> que un niñito miró a su<br />

madre, y dijo: “¿Por qué estás enojada conmigo?”<br />

Ella respondió: “No estoy enojada contigo; ¿por qué<br />

piensas eso?” “Bueno, porque tienes las manos en<br />

las caderas y no dices nada” 4 .<br />

Es importante escuchar a nuestros hijos adolescentes<br />

en <strong>el</strong> preciso momento en que <strong>el</strong>los… se sientan<br />

solos o perturbados, aun cuando ese momento no<br />

sea <strong>el</strong> más oportuno <strong>para</strong> los padres; y cuando<br />

parece que menos merecen nuestra atención, quizá<br />

sea cuando más la necesitan.<br />

Los padres y maestros prudentes escuchan a los<br />

hijos <strong>para</strong> aprender de <strong>el</strong>los.<br />

Los padres<br />

En todas las edades, los niños aprenden a escuchar<br />

y escuchan <strong>para</strong> aprender de los padres, tal como lo<br />

enseñó esta mañana <strong>el</strong> élder [Dallin H.] Oaks. Ello<br />

puede ser, tanto desde <strong>el</strong> punto de vista espiritual<br />

como físico, un asunto de vida o muerte.<br />

Hace varios años, se me invitó a dictar una conferencia<br />

importante en una facultad de medicina, en<br />

una universidad de la ciudad de Nueva York. La<br />

noche anterior <strong>el</strong> pr<strong>of</strong>esor anfitrión había invitado a<br />

mi esposa y a mí a cenar en su casa. Con orgullo,<br />

nos presentó a una estudiante de medicina muy<br />

destacada, su hermosa hija.<br />

Semanas después, él me llamó en un estado de pr<strong>of</strong>undo<br />

dolor. Le pregunté qué pasaba.<br />

“¿Recuerda a mi hija a la que usted vio cuando<br />

estuvo aquí?”<br />

“Por supuesto”, le dije. “Nunca olvidaré a una chica<br />

tan maravillosa”.<br />

El padre, entre sollozos, dijo: “Anoche murió en un<br />

accidente automovilístico”. Tratando de mantener<br />

la calma, continuó: “Me pidió permiso <strong>para</strong> ir a un<br />

baile con cierto joven. Sentí que no debía ir y se lo<br />

dije. Ella me preguntó por qué no. Sólo le dije que<br />

me inquietaba que saliera. Siempre había sido obediente,<br />

pero me dijo que si no podía darle una<br />

razón mejor, iría. Y fue. Durante <strong>el</strong> baile se sirvieron<br />

bebidas alcohólicas, y <strong>el</strong> jovencito tomó, aunque no<br />

sabemos cuánto. De regreso a casa, iba manejando<br />

a gran v<strong>el</strong>ocidad, perdió <strong>el</strong> control y se salió de la<br />

carretera; <strong>el</strong> auto fue a dar al lago, se sumergió y<br />

ambos perdieron la vida”.<br />

Cuando le expresé mi sincero pésame, él dijo: “Mi<br />

dolor es mucho más pr<strong>of</strong>undo porque tenía <strong>el</strong> presentimiento<br />

de que algo le iba a suceder. ¿Por qué<br />

no fui más firme al persuadirle de que no fuera?”<br />

Esa experiencia no habrá sido en vano si otros dan<br />

oído y aprenden de <strong>el</strong>la. Hijos, honren a sus padres5 ,<br />

aun cuando <strong>el</strong>los no les den una explicación satisfactoria.<br />

Acepten con fe este pasaje que se aplica a<br />

las personas de cualquier edad: “Oye… la instrucción<br />

de tu padre, y no desprecies la dirección de tu<br />

madre” (Proverbios 1:8).<br />

Los padres tienen la obligación divina de enseñar a<br />

sus hijos a amar a Dios6 y los hijos tienen otra igual<br />

que es la de obedecer a sus padres en <strong>el</strong> Señor (véase<br />

Efesios 6:1) 7 .<br />

Los hijos prudentes escuchan a los padres <strong>para</strong><br />

aprender de <strong>el</strong>los.<br />

Los cónyuges<br />

C OMUNICACIÓN 67<br />

Esposos, esposas, aprendan a escuchar y escuchen<br />

<strong>para</strong> aprender <strong>el</strong> uno d<strong>el</strong> otro. Me causó gracia algo<br />

que leí de una experiencia que r<strong>el</strong>ató <strong>el</strong> élder F.<br />

Burton Howard en la biografía que escribió d<strong>el</strong> presidente<br />

Marion G. Romney: “Con humor expresaba de<br />

muchas formas <strong>el</strong> amor por su esposa Ida. Le encantaba<br />

hablar d<strong>el</strong> hecho de que <strong>el</strong>la se estaba poniendo<br />

sorda: ‘Una vez fui a ver al doctor <strong>para</strong> hablarle d<strong>el</strong><br />

problema. Me preguntó si sabía cuán severa era la<br />

sordera de <strong>el</strong>la y le dije que no sabía. Entonces me<br />

pidió que regresara a casa y fuera a la habitación<br />

más distante y que desde ahí le dijera a mi esposa<br />

algo en un tono de voz que una persona normal<br />

pudiera escuchar. Si <strong>el</strong>la no respondía, entonces<br />

debía acercarme poco a poco, haciéndole siempre<br />

E L M ATRIMONIO E TERNO: MANUAL P ARA E L A LUMNO

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