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el matrimonio eterno: manual para el alumno - The Church of Jesus

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como galardón por una vida terrenal buena, <strong>el</strong> derecho<br />

<strong>eterno</strong> de vivir en la presencia de Dios <strong>el</strong> Padre y<br />

d<strong>el</strong> Hijo.<br />

Cuando tenemos la salvación como meta máxima,<br />

nuestros pensamientos y decisiones, que nos impulsan<br />

a actuar, siempre se batirán contra cualquier cosa<br />

que ponga en p<strong>el</strong>igro nuestra llegada a ese futuro<br />

estado. Sin duda, <strong>el</strong> alma que no tiene <strong>el</strong> “y<strong>el</strong>mo de<br />

salvación” en su int<strong>el</strong>ecto está perdida, ya que se le<br />

dice que todo termina con la muerte y que <strong>el</strong> sepulcro<br />

triunfa por sobre la vida, lo cual derroca toda esperanza,<br />

aspiración y logro terrenal. Quien así piensa<br />

puede llegar fácilmente a concluir que en nada le<br />

perjudica comer, beber y divertirse, porque<br />

mañana morirá.<br />

Hace algunos años, una ola de “suicidios estudiantiles”<br />

golpeó a Estados Unidos, por lo cual se organizó<br />

un comité de clérigos sobresalientes <strong>para</strong> estudiar <strong>el</strong><br />

fenómeno, quienes llegaron a una conclusión muy<br />

significativa. El resumen de sus hallazgos decía lo<br />

siguiente: “Las filos<strong>of</strong>ías de los estudiantes que se<br />

quitaron la vida no permitía consideración seria de<br />

la r<strong>el</strong>igión, y cuando fueron puestos a prueba, no<br />

tenían a qué aferrarse”.<br />

En contraste a esta trágica situación, <strong>el</strong> que espera<br />

con confianza una recompensa eterna por sus esfuerzos<br />

en la vida terrenal es sostenido constantemente<br />

a través de sus más grandes tribulaciones. Cuando su<br />

banco fracasa, no comete suicidio. Cuando mueren<br />

sus seres queridos, no desespera; cuando la guerra<br />

y la destrucción reducen a cenizas su<br />

futuro, no tropieza. Vive por encima de<br />

su mundo y nunca pierde de vista la<br />

meta de su salvación.<br />

Nuestro int<strong>el</strong>ecto, protegido de tal<br />

modo, debe siempre medir toda enseñanza<br />

según los criterios d<strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io:<br />

¿es verdad?, ¿edifica?, ¿beneficiará a la<br />

humanidad? Las decisiones de la vida —<br />

qué amistades tener, qué estudiar, en<br />

que vocación rentable emplearse, a quién tener como<br />

compañero matrimonial, etcétera— deben tomarse<br />

con la mira puesta únicamente en lograr la vida<br />

eterna. Para tener r<strong>el</strong>aciones que inspiren y edifiquen,<br />

nuestros pensamientos deben ser f<strong>el</strong>ices y puros. D<strong>el</strong><br />

mismo modo, si no queremos ser asesinos, debemos<br />

aprender a no enfadarnos; si queremos permanecer<br />

libres d<strong>el</strong> pecado sexual, debemos controlar los pensamientos<br />

inmorales; si no queremos <strong>el</strong> castigo de ser<br />

encarc<strong>el</strong>ados por robo, debemos aprender a no codi-<br />

Nuestro int<strong>el</strong>ecto…<br />

debe siempre medir<br />

toda enseñanza<br />

según los criterios<br />

d<strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io: ¿es<br />

verdad?, ¿edifica?<br />

M ORALIDAD Y MODESTIA 293<br />

ciar. Tales fueron las enseñanzas de Jesús, <strong>el</strong> Maestro<br />

Ejemplar y nuestro Salvador (véase Mateo 5:21–28).<br />

“¡Oh ese sutil plan d<strong>el</strong> maligno! ¡Oh las vanidades, y<br />

las flaquezas, y las necedades de los hombres! Cuando<br />

son instruidos se creen sabios, y no escuchan <strong>el</strong> consejo<br />

de Dios, porque lo menosprecian, suponiendo<br />

que saben por sí mismos; por tanto, su sabiduría es<br />

locura, y de nada les sirve; y perecerán” (2 Nefi 9:28).<br />

Los hijos d<strong>el</strong> convenio que llevan puesto <strong>el</strong> y<strong>el</strong>mo de<br />

la salvación no se parecen a los descritos por Nefi,<br />

porque <strong>para</strong> <strong>el</strong>los está cerca la euforia de la victoria.<br />

Les ruego que ahora me permitan hacerles ver un<br />

hecho importante referente a la armadura que deben<br />

ponerse: no tienen con qué cubrirse en caso de un<br />

ataque desde la retaguardia. ¿Acaso nos sugiere <strong>el</strong>lo<br />

algo respecto a otra cualidad esencial <strong>para</strong> este conflicto<br />

<strong>eterno</strong> “contra huestes espirituales de maldad<br />

en las regiones c<strong>el</strong>estes”? Se hace evidente que<br />

nadie puede ganar esta batalla al huir d<strong>el</strong> enemigo.<br />

Se le debe enfrentar cara a cara, sin emprender la<br />

retirada. Por eso <strong>el</strong> consejo categórico de la Primera<br />

Presidencia a los soldados que lucharon durante la<br />

última Guerra Mundial: “Muchachos, ¡manténganse<br />

limpios! Es mejor morir que volver a casa sin estar<br />

limpio”. Para la batalla de la vida, se necesitan las<br />

cualidades esenciales y constantes de la valentía, la<br />

determinación y la agresividad <strong>para</strong> <strong>el</strong> bien, sin las<br />

cuales todas las armaduras d<strong>el</strong> mundo no nos servirán<br />

<strong>para</strong> protegernos. Pero si estamos equipados por<br />

dentro y por fuera, estamos prontos.<br />

¡Momento! ¿Se supone que vamos a<br />

luchar sin armas? ¿No hemos de ser más<br />

que meros blancos <strong>para</strong> <strong>el</strong> ataque enemigo?<br />

Leamos ahora lo que Pablo, <strong>el</strong><br />

gran maestro y apóstol, dijo sobre nuestras<br />

armas:<br />

“Sobre todo, tomad <strong>el</strong> escudo de la fe,<br />

con que podáis apagar todos los dardos<br />

de fuego d<strong>el</strong> maligno.<br />

“Y tomad… la espada d<strong>el</strong> Espíritu, que es la palabra de<br />

Dios” (Efesios 6:16–17).<br />

¿Me permiten intentar hacer una descripción breve<br />

d<strong>el</strong> escudo de la fe? La fe es un don de Dios, y bienaventurado<br />

es <strong>el</strong> que la posee. Un gran líder industrial<br />

se refirió a una crisis empresarial con estas palabras:<br />

“El que lleva la lám<strong>para</strong> no se desespera, sin importar<br />

cuan oscura la noche. A esa lám<strong>para</strong> la llamo fe”.<br />

Examinemos algunos de los problemas de la vida <strong>para</strong><br />

ver qué tan eficaz puede llegar a ser <strong>el</strong> escudo de la fe.<br />

E L M ATRIMONIO E TERNO: MANUAL P ARA E L A LUMNO

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