el matrimonio eterno: manual para el alumno - The Church of Jesus
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F UNCIONES Y RESPONSABILIDADES DIVINAS DE LA MUJER<br />
VUESTRO PAPEL COMO MUJERES<br />
JUSTAS<br />
Presidente Spencer W. Kimball<br />
Presidente de la Iglesia<br />
Leído por la hermana Camilla<br />
Kimball, esposa d<strong>el</strong> Presidente<br />
Véase Liahona, enero de 1980,<br />
págs. 102–104<br />
Mis amadas hermanas, durante meses he esperado<br />
con ansiedad <strong>el</strong> momento de poder reunirme con<br />
ustedes una vez más en una conferencia mundial de<br />
las mujeres de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de<br />
los Últimos Días. Lamentablemente, me encuentro<br />
internado acá en Salt Lake City y no podré estar en<br />
persona con ustedes; pero las acompañaré en espíritu,<br />
y estaré mirando por t<strong>el</strong>evisión y escuchando la<br />
conferencia desde mi cuarto en <strong>el</strong> Hospital LDS.<br />
Los consejos que dimos en la reunión d<strong>el</strong> año pasado<br />
continúan en vigencia. Cada vez que reflexiono y<br />
medito sobre las gloriosas verdades d<strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io,<br />
lo cual es a menudo, me pregunto si llegaremos a<br />
comprender algún día las implicaciones de esas verdades.<br />
Permítanme mencionar algunos ejemplos.<br />
Las Escrituras y los pr<strong>of</strong>etas nos han enseñado claramente<br />
que Dios, quien es perfecto en cuanto a Su justicia,<br />
“no hace acepción de personas” (Hch. 10:34);<br />
también sabemos que Él es perfecto en Su amor por<br />
cada uno de nosotros, Sus hijos espirituales. El conocer<br />
estas verdades, mis hermanas y compañeras en<br />
esta divina causa, nos ayudará grandemente al tener<br />
que enfrentarnos al mundo, con su amor muy por<br />
debajo de lo perfecto y su justicia que deja mucho<br />
que desear. Si en nuestro corto paso por la vida somos<br />
heridos por la falta de sensibilidad o de consideración<br />
de hombres y mujeres imperfectos, esto nos causará<br />
dolor; pero ese dolor y desilusión serán pasajeros,<br />
pues las vías d<strong>el</strong> mundo no prevalecerán, sino que<br />
triunfarán las vías d<strong>el</strong> Señor.<br />
Como hijos espirituales Suyos, todos gozábamos de<br />
plena igualdad, y todos gozamos de plena igualdad<br />
al recibir <strong>el</strong> amor perfecto que Dios nos tiene. El<br />
difunto élder John A. Widtsoe escribió lo siguiente:<br />
“El lugar de la mujer en la Iglesia es junto al hombre,<br />
no detrás de él, ni d<strong>el</strong>ante de él. En la Iglesia, <strong>el</strong><br />
hombre y la mujer son iguales, y <strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io fue<br />
E L M ATRIMONIO E TERNO: MANUAL P ARA E L A LUMNO<br />
ideado por <strong>el</strong> Señor <strong>para</strong> mujeres y hombres por<br />
igual” (Improvement Era, marzo de 1942, pág. 161).<br />
Sin embargo, dentro de los parámetros de esas grandiosas<br />
garantías, nuestros pap<strong>el</strong>es y asignaciones<br />
difieren. Esas diferencias son eternas: a la mujer se<br />
le ha dado la enorme responsabilidad de la maternidad<br />
y <strong>el</strong> compañerismo, y al hombre, la enorme responsabilidad<br />
de la paternidad y <strong>el</strong> sacerdocio; pero,<br />
en <strong>el</strong> Señor, ni <strong>el</strong> hombre es sin la mujer, ni la<br />
mujer sin <strong>el</strong> hombre (véase 1 Co. 11:11). Tanto un<br />
hombre como una mujer justos son una bendición<br />
<strong>para</strong> todos aqu<strong>el</strong>los en quienes influyan.<br />
Recuerden que en <strong>el</strong> mundo preterrenal, a las mujeres<br />
fi<strong>el</strong>es se les dieron ciertas asignaciones, y a los<br />
hombres fi<strong>el</strong>es se los preordenó <strong>para</strong> determinados<br />
deberes en <strong>el</strong> sacerdocio. Aunque no recordemos los<br />
detalles, <strong>el</strong>lo no altera la gloriosa realidad de que en<br />
una oportunidad estuvimos de acuerdo con hacer<br />
ciertas cosas. ¡Ustedes son responsables d<strong>el</strong> cumplimiento<br />
de todo lo que se esperaba de ustedes en<br />
aqu<strong>el</strong>la etapa, en la misma forma en que aqu<strong>el</strong>los a<br />
quienes sostenemos como apóstoles y pr<strong>of</strong>etas son<br />
responsables d<strong>el</strong> cumplimiento de sus obligaciones!<br />
Como hemos indicado en años anteriores, a pesar<br />
de que nuestros pap<strong>el</strong>es <strong>eterno</strong>s difieren, todavía<br />
tenemos mucho <strong>para</strong> hacer en lo que respecta a<br />
nuestro desarrollo <strong>para</strong>l<strong>el</strong>o, tanto <strong>el</strong> hombre como<br />
la mujer. En este sentido, deseo recalcar una vez<br />
más la gran necesidad que tiene toda mujer de estudiar<br />
las Escrituras. Deseamos que los hogares de la<br />
Iglesia sean bendecidos con mujeres eruditas en las<br />
Escrituras, ya sea que sean solteras o casadas, jóvenes<br />
o ancianas, divorciadas o viudas, o que todavía<br />
estén viviendo con su familia.<br />
Sean cual sean las circunstancias particulares, al<br />
familiarizarse más con las verdades de las Escrituras,<br />
les resultará cada vez más fácil vivir <strong>el</strong> segundo gran<br />
mandamiento de amar a nuestro prójimo como a<br />
nosotros mismos. Conviértanse en estudiosas de las<br />
Escrituras, no <strong>para</strong> disminuir a los demás, ¡sino <strong>para</strong><br />
<strong>el</strong>evarlos! ¿Quién podrá tener mayor necesidad de<br />
atesorar las verdades d<strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io (a las que pueden<br />
recurrir en momentos difíciles), que las mujeres<br />
y madres, que son quienes tanto nutren y enseñan?<br />
Procuren la exc<strong>el</strong>encia en todos sus justos afanes y<br />
en todos los aspectos de sus vidas.<br />
Recuerden siempre, queridas hermanas, que las bendiciones<br />
eternas que pueden obtener por ser miembros<br />
de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los