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el matrimonio eterno: manual para el alumno - The Church of Jesus

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L A F AMILIA: UNA PROCLAMACIÓN PARA EL MUNDO<br />

violaciones de la ley de castidad, y por convencer a<br />

los padres de que no tienen por qué dar prioridad a<br />

su función de tener hijos y criarlos.<br />

La unidad familiar es tan fundamental <strong>para</strong> <strong>el</strong> plan<br />

de salvación que Dios ha advertido “a las personas<br />

que violan los convenios de castidad, que abusan de<br />

su cónyuge o de sus hijos, o que no cumplen con<br />

sus responsabilidades familiares, que un día deberán<br />

responder ante Dios [su Hacedor]… la desintegración<br />

de la familia traerá sobre <strong>el</strong> individuo, las<br />

comunidades y las naciones las calamidades predichas<br />

por los pr<strong>of</strong>etas antiguos y modernos”<br />

(Liahona, junio de 1996, págs. 10–11).<br />

Obremos por la salvación familiar, no sólo<br />

por la personal<br />

Mientras que nuestra salvación personal<br />

se basa en nuestra propia obediencia, es<br />

de igual importancia que entendamos<br />

que cada uno de nosotros es parte<br />

importante e integral de una familia y<br />

que las bendiciones más altas sólo se<br />

pueden recibir en <strong>el</strong> seno de una familia<br />

eterna. Cuando la familia funciona de la manera en<br />

que Dios lo dispuso, las r<strong>el</strong>aciones que se encuentran<br />

en <strong>el</strong>la son las más preciadas de la vida terrenal. El<br />

plan d<strong>el</strong> Padre es que <strong>el</strong> amor y <strong>el</strong> compañerismo<br />

familiares continúen en las eternidades. El pertenecer<br />

a una familia lleva aparejada la gran responsabilidad<br />

de cuidar, amar, <strong>el</strong>evar y fortalecer a cada uno de sus<br />

miembros, a fin de que todos puedan perseverar con<br />

rectitud hasta <strong>el</strong> fin en esta vida y morar juntos por<br />

toda la eternidad. No es suficiente que nos salvemos<br />

nosotros mismos; dentro de la familia, la salvación de<br />

nuestros padres y hermanos es igualmente importante.<br />

Si regresamos solos a nuestro Padre C<strong>el</strong>estial, se<br />

nos preguntará: “¿Dónde está <strong>el</strong> resto de la familia?”<br />

Por eso es que enseñamos <strong>el</strong> concepto de que la unidad<br />

familiar es eterna: la naturaleza eterna de una<br />

persona se convierte en la naturaleza eterna de su<br />

familia.<br />

Las familias nos pre<strong>para</strong>n <strong>para</strong> la<br />

vida eterna<br />

Los que están en esta vida muchas veces se preguntan<br />

sobre la naturaleza eterna d<strong>el</strong> cuerpo y d<strong>el</strong> espíritu.<br />

Todos los que lleguen a vivir en la tierra son<br />

miembros de una familia humana e hijos <strong>eterno</strong>s de<br />

Dios, nuestro amoroso Padre C<strong>el</strong>estial. Después de<br />

nacer y de gustar la muerte en esta vida, todos<br />

E L M ATRIMONIO E TERNO: MANUAL P ARA E L A LUMNO<br />

Cada uno de<br />

nosotros es parte<br />

importante e<br />

integral de una<br />

familia.<br />

seremos resucitados gracias a la Expiación de<br />

Jesucristo, <strong>el</strong> Hijo Unigénito de Dios <strong>el</strong> Padre. Según<br />

la obediencia que demostremos en forma individual<br />

a las leyes, a las ordenanzas y a los mandamientos<br />

de Dios, todo ser mortal podrá tener la bendición<br />

de alcanzar la vida eterna, o sea, de volver a vivir<br />

en la presencia d<strong>el</strong> Padre C<strong>el</strong>estial y de Su Hijo<br />

Jesucristo, teniendo simiente eterna por siempre<br />

jamás. Al entrar en los sagrados convenios de las<br />

ordenanzas d<strong>el</strong> templo y guardarlos, las personas<br />

pueden regresar a la presencia de Dios y reunirse<br />

nuevamente con su familia <strong>para</strong> la eternidad.<br />

El hogar es <strong>el</strong> lugar donde se nos educa y se nos<br />

pre<strong>para</strong> <strong>para</strong> la vida terrenal; también allí nos pre<strong>para</strong>mos<br />

<strong>para</strong> la muerte y <strong>para</strong> la inmortalidad por<br />

la creencia y comprensión que tene-<br />

mos de que hay vida después de la<br />

muerte, no sólo <strong>para</strong> las personas, en<br />

forma individual, sino también <strong>para</strong><br />

las familias.<br />

La fe de un amigo enfermo<br />

de muerte<br />

Al observar a los miembros de la Iglesia que aplican<br />

a sí mismos y en su hogar los principios d<strong>el</strong><br />

Evang<strong>el</strong>io cuando enfrentan la adversidad, aprendemos<br />

algunas de las lecciones más grandiosas de esos<br />

principios sobre la naturaleza eterna de la familia.<br />

Este año pasado he presenciado las bendiciones de<br />

gozo que reciben los que honran y veneran las enseñanzas<br />

d<strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io acerca de la familia eterna en<br />

tiempos de adversidad.<br />

Hace unos meses tuve la oportunidad de ir a visitar<br />

a un hombre a quien le habían diagnosticado una<br />

enfermedad fatal. Como devoto poseedor d<strong>el</strong> sacerdocio,<br />

se enfrentaba con la realidad de nuestra condición<br />

mortal. Sin embargo, encontró fortaleza en <strong>el</strong><br />

ejemplo de la oración d<strong>el</strong> Salvador, cuando dijo:<br />

“Vosotros, pues, oraréis así: …Hágase tu voluntad,<br />

como en <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o, así también en la tierra” (Mateo<br />

6:9–10). Mi amigo cobró valor sabiendo que Jesús,<br />

al tener que soportar un dolor y una agonía increíbles<br />

en <strong>el</strong> huerto de Getsemaní, mientras consumaba<br />

<strong>el</strong> sacrificio expiatorio, pronunció estas<br />

palabras: “…Padre mío, si no puede pasar de mí<br />

esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad”<br />

(Mateo 26:42).<br />

Mi amigo pudo aceptar la frase “hágase tu voluntad”<br />

al enfrentar sus propias penosas pruebas y tribulaciones.<br />

Siendo un fi<strong>el</strong> miembro de la Iglesia, se le

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