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el matrimonio eterno: manual para el alumno - The Church of Jesus

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176<br />

F UNCIONES Y RESPONSABILIDADES DIVINAS DE LA MUJER<br />

aparentando que me gustaba coser en las sesiones<br />

de la Sociedad de Socorro y al tratar de sonreír<br />

cuando seis nenitas entraban por la puerta de la<br />

capilla luciendo sus vestiditos, encajes, cintas y<br />

visos idénticos al atuendo que la madre también se<br />

cosió a mano <strong>para</strong> sí misma y que luce junto con<br />

<strong>el</strong>las? No creo que mi actitud sea precisamente virtuosa,<br />

b<strong>el</strong>la, de buena reputación o digna de alabanza,<br />

pero soy franca en mi desagrado por la<br />

costura.<br />

Desde aqu<strong>el</strong>los días he madurado un poco, por lo<br />

menos en dos aspectos: ahora siento una admiración<br />

sincera por la madre que puede hacer algo así<br />

por sus hijos, y he dejado de sentirme culpable porque<br />

coser no sea de mi agrado. A lo que quiero llegar<br />

es a que no podemos considerarnos cristianas y<br />

seguir siendo tan duras al juzgar a los demás o a<br />

nosotras mismas. Ningún envasado de cerezas vale<br />

lo suficiente como <strong>para</strong> que entremos en un conflicto<br />

que nos quite la compasión y la hermandad.<br />

Obviamente, <strong>el</strong> Señor nos ha creado con personalidades<br />

diferentes y también con distintos niv<strong>el</strong>es de<br />

energía, interés, salud, talento y oportunidad.<br />

Siempre y cuando tengamos <strong>el</strong> cometido de la justicia<br />

y llevemos vidas de fi<strong>el</strong> devoción, deberíamos<br />

c<strong>el</strong>ebrar estas diferencias divinas, con <strong>el</strong> conocimiento<br />

de que son un don de Dios. No debemos<br />

sentirnos tan atemorizadas, amenazadas e inseguras;<br />

no debemos toparnos con dobles exactos de nosotras<br />

mismas <strong>para</strong> sentir que somos mujeres de valía.<br />

Hay muchas cosas que nos pueden dividir, pero sólo<br />

una cosa es necesaria <strong>para</strong> que seamos unidas: la<br />

empatía y compasión d<strong>el</strong> Hijo viviente de Dios.<br />

Me casé en 1963, <strong>el</strong> mismo año en que Betty Friedan<br />

publicó un libro que conmovió a la sociedad: <strong>The</strong><br />

Feminine Mystique. Así que como adulta no puedo<br />

hacer más que recordar mi infancia en las décadas<br />

d<strong>el</strong> 40 y d<strong>el</strong> 50, días más suaves que éstos, días en<br />

los cuales debe de haber sido más cómodo vivir un<br />

estilo de vida pre<strong>para</strong>do de antemano junto a vecinos<br />

cuyas vidas servían de mod<strong>el</strong>os a seguir. Sin<br />

embargo, seguramente fueron días más duros <strong>para</strong><br />

quienes, por circunstancias fuera de su control, eran<br />

solteras o tenían que trabajar o lidiaban con una<br />

familia destrozada. Hoy en día, en este mundo cada<br />

vez más complejo, parece que nos sentimos menos<br />

seguras de quiénes somos y de hacia dónde vamos.<br />

De cierto no ha habido otra época de la historia en<br />

la cual la mujer cuestionó su propio valor con tanta<br />

severidad y espíritu crítico como durante la segunda<br />

E L M ATRIMONIO E TERNO: MANUAL P ARA E L A LUMNO<br />

mitad d<strong>el</strong> siglo XX. Hay muchas mujeres que procuran,<br />

casi con frenesí y como nunca antes, hallar un<br />

propósito y sentido personal, y hay muchas mujeres<br />

Santo de los Últimos Días que también procuran<br />

hallar una visión y sentido <strong>eterno</strong> de su femineidad.<br />

Si yo fuera Satanás y quisiera destruir la sociedad,<br />

organizaría una masiva arremetida frontal y sin<br />

cuart<strong>el</strong> contra las mujeres. Las tendría tan abrumadas<br />

y distraídas que jamás encontrarían la fortaleza<br />

calmante y la serenidad que siempre ha caracterizado<br />

a las de su sexo.<br />

En efecto, Satanás ha logrado hacerlo atrapándonos<br />

en la encrucijada de tratar de ser seres sobrehumanos<br />

en lugar de que nos esmeremos por lograr nuestro<br />

potencial único que Dios nos ha dado dentro de<br />

la diversidad. Se burla de nosotras diciéndonos que<br />

si no tenemos fama, fortuna, familia y diversión en<br />

todo momento, se nos ha estafado y pasamos a ser<br />

ciudadanas de segunda clase en la carrera de la vida.<br />

Como sexo, estamos en apuros, y también lo están<br />

nuestras familias y la sociedad. Las drogas, las adolescentes<br />

embarazadas, <strong>el</strong> divorcio, la violencia<br />

doméstica y <strong>el</strong> suicidio son algunos de los efectos<br />

secundarios cada vez más frecuentes como resultado<br />

de que todas vivimos a mil por hora.<br />

Hay demasiadas mujeres que luchan y sufren, que<br />

corren más a prisa de lo que pueden, que esperan<br />

demasiado de sí mismas. Como resultado, estamos<br />

sufriendo de enfermedades nuevas y sin diagnosticar<br />

que tienen que ver con <strong>el</strong> estrés. El virus Epstein-Barr,<br />

por ejemplo, pasó a formar parte de nuestra jerga<br />

médica popular como la enfermedad de la década d<strong>el</strong><br />

80. “[Las víctimas] se ven acosadas por fiebres bajas,<br />

dolores en las articulaciones y, a veces, dolor de garganta,<br />

pero no tienen gripe. Experimentan un cansancio<br />

agotador y una debilidad abrumadora, pero<br />

no han contraído <strong>el</strong> SIDA. A menudo se confunden y<br />

se olvidan de las cosas, pero no sufren de la enfermedad<br />

de Alzheimer. Muchos pacientes tienen tendencias<br />

suicidas, pero no por causa de depresión<br />

clínica… Las víctimas que son mujeres superan a las<br />

que son hombres en un 3 a 1, y en muchos casos se<br />

trata de personas int<strong>el</strong>igentes y muy capaces que llevan<br />

vidas agobiantes” (Newsweek, 27 de octubre de<br />

1986, pág. 105).<br />

Debemos tener <strong>el</strong> valor de ser imperfectas mientras<br />

nos esmeramos por llegar a la perfección. No debemos<br />

permitir que nuestros sentimientos de culpa, los<br />

libros feministas, los presentadores de t<strong>el</strong>evisión y la<br />

cultura de los medios de comunicación nos engañen.

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