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el matrimonio eterno: manual para el alumno - The Church of Jesus

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crecimiento espiritual al tratar de consolarnos<br />

mutuamente con la idea de<br />

que <strong>el</strong> vivir <strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io no debería<br />

requerir tanto de nosotros. Pero la<br />

norma de conducta d<strong>el</strong> Señor siempre<br />

será más <strong>el</strong>evada y exigente que la d<strong>el</strong><br />

mundo, porque Sus recompensas son<br />

infinitamente más gloriosas: incluso <strong>el</strong><br />

verdadero gozo, la paz y la salvación.<br />

Entonces, ¿cómo cumplimos nosotras,<br />

como mujeres de Dios, con la medida<br />

plena de nuestra creación? El Señor<br />

recompensa a “…los que le buscan” (Hebreos 11:6),<br />

y le buscamos no sólo al estudiar y escudriñar, al<br />

suplicar y orar, sino también al renunciar a los placeres<br />

mundanales que están sobre la raya que se<strong>para</strong><br />

a Dios y al mundo. De otra manera, nos arriesgamos<br />

a ser llamadas pero no escogidas, porque nuestro<br />

corazón estará centrado en las cosas de este mundo<br />

(D. y C. 121:34–35).<br />

Consideren <strong>el</strong> principio fundamental que se enseña<br />

en la secuencia de este mandato de las Escrituras:<br />

“…Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, alma,<br />

mente y fuerza” (D. y C. 59:5; cursiva agregada). Lo<br />

que <strong>el</strong> Señor requiere en primer lugar es nuestro corazón.<br />

Imagínense cómo se verían afectadas nuestras<br />

decisiones si amáramos al Señor por encima de todo:<br />

cómo emplearíamos nuestro tiempo y dinero, cómo<br />

nos vestiríamos en un día caluroso, cómo responderíamos<br />

al llamamiento de hacer nuestras visitas y de<br />

cuidarnos unas a otras, o cómo reaccionaríamos ante<br />

los medios de difusión que <strong>of</strong>enden al Espíritu.<br />

Cuando abandonamos <strong>el</strong> mundo y venimos a<br />

Cristo, vivimos cada vez más como mujeres de Dios.<br />

Nacimos <strong>para</strong> recibir la gloria eterna, y así como los<br />

hombres fi<strong>el</strong>es fueron preordenados al sacerdocio,<br />

nosotras fuimos preordenadas <strong>para</strong> ser mujeres de<br />

Dios. Somos mujeres de fe, de virtud, de visión y de<br />

caridad que nos regocijamos en la maternidad, en<br />

ser mujeres y en la familia. No nos abruma <strong>el</strong> alcanzar<br />

la perfección, pero sí nos esforzamos por ser<br />

puras. Y sabemos que con la fuerza d<strong>el</strong> Señor podemos<br />

hacer todo lo recto, porque nos hemos sumergido<br />

en Su Evang<strong>el</strong>io (Alma 26:12). Y repito, no<br />

somos mujeres d<strong>el</strong> mundo, sino mujeres de Dios de los<br />

últimos días. Como dijo <strong>el</strong> presidente Kimball: “No<br />

[podemos] recibir mayor reconocimiento en este<br />

mundo que <strong>el</strong> ser conocidas como [mujeres] de<br />

Dios” (Ensign, noviembre de 1979, pág. 102).<br />

F UNCIONES Y RESPONSABILIDADES DIVINAS DE LA MUJER 173<br />

…la norma de<br />

conducta d<strong>el</strong> Señor<br />

siempre será más<br />

<strong>el</strong>evada y exigente<br />

que la d<strong>el</strong> mundo,<br />

porque Sus<br />

recompensas son<br />

infinitamente más<br />

gloriosas.<br />

Este verano tuve una experiencia inolvidable<br />

en la Tierra Santa. Sentada en <strong>el</strong><br />

monte de las Bienaventuranzas que<br />

domina <strong>el</strong> mar de Galilea, a la distancia<br />

vi una ciudad edificada sobre un monte.<br />

Fue impactante la imagen visual de una<br />

ciudad que no se puede esconder, y al<br />

meditar en ese simbolismo tuve una<br />

impresión sobrecogedora de que nosotras,<br />

como mujeres de Dios, somos<br />

como esa ciudad; que si dejamos atrás<br />

las cosas d<strong>el</strong> mundo y venimos a Cristo<br />

<strong>para</strong> que <strong>el</strong> Espíritu irradie en nuestra vida y a través<br />

de nuestros ojos, nuestra singularidad será una luz al<br />

mundo. Como hermanas de la Sociedad de Socorro,<br />

pertenecemos a la comunidad más importante de<br />

mujeres de este lado d<strong>el</strong> v<strong>el</strong>o. Somos una ciudad<br />

espectacular sobre <strong>el</strong> monte, y cuanto menos actuemos<br />

como las mujeres d<strong>el</strong> mundo y cuanto menos<br />

tengamos su apariencia, tanto más esperarán <strong>el</strong>las que<br />

seamos su fuente de esperanza, paz, virtud y gozo.<br />

Hace veinte años, en esta reunión, <strong>el</strong> presidente<br />

Kimball hizo una declaración que hemos citado<br />

desde entonces. “Gran parte d<strong>el</strong> progreso y crecimiento<br />

que tendrá la Iglesia en estos últimos días…<br />

sólo puede suceder si las mujeres de la Iglesia viven<br />

en forma justa y prudente, hasta <strong>el</strong> punto de que las<br />

consideren diferentes de las d<strong>el</strong> mundo” (“Vuestro<br />

pap<strong>el</strong> como mujeres justas”, Liahona, enero de<br />

1980, pág. 171). Ya no podemos conformarnos con<br />

citar al presidente Kimball; nosotras somos las hermanas<br />

que debemos hacer realidad su pr<strong>of</strong>ecía, y lo<br />

haremos. Sé que lo lograremos.<br />

El presidente Gordon B. Hinckley dijo recientemente<br />

que “la salvación eterna d<strong>el</strong> mundo descansa<br />

sobre los hombros de esta Iglesia… Ningún otro<br />

pueblo de la historia d<strong>el</strong> mundo ha… recibido un<br />

mandato más imperioso… y conviene que pongamos<br />

manos a la obra” (“‘<strong>Church</strong> is Really Doing<br />

W<strong>el</strong>l’”, <strong>Church</strong> News, 3 de julio de 1999, pág. 3).<br />

Mujeres de Dios; eso nos incluye a nosotras. Esta<br />

noche invito a cada una de nosotras a identificar por<br />

lo menos una cosa que podamos hacer <strong>para</strong> salir d<strong>el</strong><br />

mundo y acercarnos más a Cristo. Y <strong>el</strong> próximo mes,<br />

otra, y después otra. Hermanas, éste es un llamado a<br />

las armas; un llamado a la acción; un llamado a<br />

levantarnos; un llamado a armarnos con poder y con<br />

rectitud; un llamado a confiar en <strong>el</strong> brazo d<strong>el</strong> Señor en<br />

lugar d<strong>el</strong> brazo de la carne; un llamado a “[levantarnos]<br />

y [brillar], <strong>para</strong> que [nuestra] luz sea un estandarte<br />

E L M ATRIMONIO E TERNO: MANUAL P ARA E L A LUMNO

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