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comisiones de la verdad final - Comisión de Derechos Humanos del ...

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COMISIONES DE LA VERDAD366muy diferentes e individuales respuestas a <strong>la</strong> victimización <strong>de</strong> <strong>la</strong> quehan sido objeto.Hay que consi<strong>de</strong>rar también que casi siempre en todos lospaíses habrá un grupo <strong>de</strong> víctimas con una actitud ambivalente sobre<strong>la</strong>s reparaciones, y que <strong>la</strong>s ven como “dinero ensangrentado”. Paraellos <strong>la</strong> reparación es algo diseñado para comprar su silencio,consi<strong>de</strong>ran que <strong>la</strong> reparación <strong>de</strong>valúa su sufrimiento. Es perfectamentelegítimo este punto <strong>de</strong> vista, y nunca pensaría en juzgar a unamadre cuyo hijo o familiar ha muerto o <strong>de</strong>saparecido y que tieneuna severa objeción moral hacia recibir reparaciones. Están totalmenteen su <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> pensarlo.Sin embargo, el peligro viene cuando esa perspectiva seconsi<strong>de</strong>ra <strong>la</strong> perspectiva <strong>de</strong> todas <strong>la</strong>s víctimas. Es muy importanteque seamos capaces <strong>de</strong> respetar el hecho <strong>de</strong> que hay víctimas quepiensan en <strong>la</strong> reparación como algo muy importante y que no tienenobjeción moral alguna en recibir<strong>la</strong> por su sufrimiento personal ocomo consecuencia <strong>de</strong>l sufrimiento <strong>de</strong> alguien más con quien esténre<strong>la</strong>cionados.Hay un grave problema si <strong>la</strong>s víctimas que se rehúsan a recibirin<strong>de</strong>mnizaciones se convierten en <strong>la</strong> voz <strong>de</strong> todas <strong>la</strong>s víctimas. No seles <strong>de</strong>be permitir hab<strong>la</strong>r por todas <strong>la</strong>s víctimas. He trabajado muycercanamente con grupos <strong>de</strong> víctimas en Sudáfrica y he ayudado aestablecer los primeros grupos <strong>de</strong> víctimas.La mayoría <strong>de</strong> <strong>la</strong>s mujeres sudafricanas —madres <strong>de</strong> hijos<strong>de</strong>saparecidos o asesinados— estaban profundamente comprometidascon <strong>la</strong> reparación y querían recibir<strong>la</strong>. Hacían esto porque generalmentetrabajaban como trabajadoras domésticas en casas <strong>de</strong> sudafricanosb<strong>la</strong>ncos y habían ahorrado todo su dinero para enviar a sus hijos a <strong>la</strong>escue<strong>la</strong>, a <strong>la</strong> universidad. Los hijos con frecuencia se convertían enactivistas y abogados en <strong>de</strong>rechos humanos y, en consecuencia, estabanen <strong>la</strong> mira <strong>de</strong>l gobierno y eran <strong>de</strong>saparecidos y ejecutados. Esas mujeresahorraron todo su dinero para enviar a sus hijos a <strong>la</strong> universidad, lohicieron en parte porque esperaban que sus hijos, al tener educaciónprofesional y un empleo que les diera un buen sa<strong>la</strong>rio, pudieran ayudar<strong>la</strong>seconómicamente una vez que el<strong>la</strong>s llegaran a una edad provecta. Sushijos se convertirían en sus pensiones. Al morir estos hijos, o al ser<strong>de</strong>saparecidos, no únicamente perdían al ser querido, sino también a

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