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académicas, que se traducen fácilmente en capital económico en el mercado laboral.
Como han descubierto muchos sociólogos, la educación no es un campo neutral,
separado de la sociedad en su conjunto. La cultura y los estándares del sistema
educativo reflejan ya esa sociedad, y las escuelas benefician sistemáticamente a los que
ya han adquirido el capital cultural en su familia y a través de las redes sociales en las
que se encuentra inmersa. De esta manera, el sistema educativo, con sus arraigadas
desigualdades sociales, juega un papel fundamental en la reproducción cultural de la
sociedad existente.
Desde los años ochenta, el creciente interés por las características de la «sociedad de
consumo» ha dado lugar a que el estudio de la cultura se aproximara a las corrientes
hegemónicas de la sociología. La investigación de las prácticas de compra y consumo de
productos y servicios ha implicado volver a revisar la crítica de la cultura de masas, pero
hoy en día los sociólogos lo han empezado a considerar desde el punto de vista de los
consumidores y del público. Puesto que la antigua cultura de masas uniforme se ha
diversificado en objetivos más pequeños y en nichos de mercado, se han planteado los
temas del gusto y de la existencia de «culturas del gusto». ¿Están directamente
relacionados los gustos culturales de las personas con su posición de clase, género y
etnicidad, o varían independientemente de estas posiciones estructurales?
Cuestiones clave
En muchos estudios críticos de la cultura, se ha asumido que, en cierto modo, la cultura
popular es inferior a la alta cultura. La cultura popular requiere pocos esfuerzos,
educación o conocimientos para disfrutarla, mientras que la alta cultura exige muchos
conocimientos y sensibilidad para apreciarla debidamente. Sin embargo, la legitimidad
de la alta cultura se ha basado en el presupuesto de que este esfuerzo merece la pena, ya
que produce «mejores personas» y una sociedad más civilizada. Steiner 2 plantea que
esta afirmación ha sido rebatida contundentemente. Durante la Segunda Guerra Mundial,
mientras que las fuerzas armadas alemanas llevaban a cabo asesinatos en masa en los
campos de concentración europeos, los conciertos de música clásica no se
interrumpieron. La afirmación de que la alta cultura «civiliza», dice Steiner, es,
sencillamente, falsa.
Los teóricos posmodernos también consideran que no se puede sostener la distinción
entre alta cultura y cultura popular, y han planteado que se trata simplemente de
preferencias y gustos diferentes, que no están relacionados con concepciones de formas
superiores o inferiores de cultura. Algunos autores consideran que la nivelación de las
diferencias culturales es liberadora, lo que permite por primera vez, en sociología, un
estudio serio de las formas culturales populares. Recientes trabajos han analizado la
importancia cultural de Lady Gaga, de David Beckham y de las representaciones de la
discapacidad en las telenovelas. Otros plantean que la verdadera prueba del gusto
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