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Estatus concedido a los individuos dentro de una determinada nación o de una
comunidad política, que conlleva ciertos derechos y responsabilidades.
Orígenes del concepto
El concepto de ciudadanía tuvo su origen en las ciudades-estado de la antigua Grecia, en
las que la condición de «ciudadano» se concedía a algunas de las personas que vivían
dentro de los límites de la ciudad. En ese sentido, la ciudadanía era un símbolo de estatus
social. En la mayoría de los Estados tradicionales gobernados por monarcas y
emperadores, la mayor parte de la población tenía poco o ningún interés en los
gobernantes. Los súbditos carecían de derechos políticos formales o de influencia en la
toma de decisiones. Esto significaba que, de hecho, solo las élites dominantes, los grupos
sociales más ricos y otros grupos con un alto estatus sentían que pertenecían a algo
parecido a una «comunidad política» en el sentido moderno del término. Hoy en día, sin
embargo, la mayoría de las personas que viven dentro de las fronteras de un sistema
político son ciudadanos que tienen unos derechos y deberes comunes, y que se perciben
a sí mismos como parte de una nación. Marshall 5 consideró que la ciudadanía había
surgido junto a la industrialización y trazó la evolución de la ciudadanía en Gran
Bretaña (concretamente, en Inglaterra) desde los derechos civiles del siglo XVIII, pasando
por los derechos políticos del siglo XIX, hasta los derechos sociales del siglo XX.
Significado e interpretación
En el mundo moderno, la ciudadanía es un estatus social concedido a los miembros de
los Estados-nación en función de la residencia dentro de los mismos. Por lo tanto, la
ciudadanía otorga ciertos privilegios, aunque estos se equilibran con los deberes que se
espera que acepten los ciudadanos. Por ejemplo, los ciudadanos tienen el derecho a
confiar en que el Estado los proteja, pero el Estado también espera que los ciudadanos
actúen razonablemente y no se alcen en armas contra otros ciudadanos o contra el
gobierno. El concepto de ciudadanía se ha dividido en diferentes tipos, y cada nuevo tipo
se construye sobre el anterior.
La ciudadanía civil surgió con la propiedad moderna, ya que imponía ciertas
obligaciones mutuas para que las personas respetasen el derecho a la propiedad de los
demás, lo que dio lugar a una responsabilidad compartida en mantener el orden social.
En consecuencia, los derechos políticos se limitaron a los dueños de propiedades y un
gran número de personas se quedaron fuera de la política formal. En una segunda etapa,
la ciudadanía política implicó la extensión gradual de los derechos de voto a la clase
obrera y a las mujeres, y se introdujeron ciertos derechos de libre asociación, como los
que permitían la formación de sindicatos, al tiempo que iba surgiendo la idea de la
libertad de expresión. La tercera etapa, la ciudadanía social, extendió los derechos de
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