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legitimidad descansa en el valor absoluto acordado a un conjunto de normas. Se trata,
esencialmente, de una forma ideológica de dominación en la que se concede legitimidad
a los líderes a partir de su búsqueda de una meta o fin. Este cuarto tipo lógico se basa
más que en los individuos, en la obediencia al objetivo ideológico; las órdenes emitidas
se legitiman en la medida en que estén relacionados con el objetivo último. Entre sus
ejemplos, podrían incluirse los sistemas fuertemente «ideológicos» como son las
organizaciones religiosas o el primer comunismo soviético.
En los últimos años, los sociólogos han analizado el surgimiento de una «cultura de la
celebridad» que ensalza a los individuos por su presencia en los medios de comunicación
en lugar de por sus logros. Esta cultura ha tenido también un impacto en la vida política,
y, en la actualidad, los principales políticos tienden a ser valorados por sus
personalidades, tal y como son presentadas en los medios de comunicación. Algunos
sociólogos han sugerido que esto debilita o cortocircuita los procesos democráticos
legal-racionales, por lo que representa una amenaza para los valores democráticos. Por
ejemplo, Neil Postman 2 advirtió que la política corría el peligro de convertirse en un
simple apéndice del mundo del espectáculo.
Relevancia actual
La clasificación de Weber permite la coexistencia de combinaciones de los tres tipos de
dominación, a pesar de que uno de ellos puede ser el dominante. Por ejemplo, en la
actualidad Gran Bretaña posee un sistema de dominación legal-racional, aunque en la
vida política la Cámara de los Lores juegue un papel en el gobierno y el monarca todavía
ocupe un lugar constitucional. Esta mezcla de los tipos ideales aporta flexibilidad al
esquema de Weber y sigue siendo útil para los sociólogos políticos. Sin embargo, la
difusión de la «cultura de los famosos» en el mundo de la política ha planteado algunos
interrogantes sobre los fundamentos de la dominación de un líder político. Hoy en día,
los políticos suelen gestionar su imagen pública y los partidos políticos cortejan a los
famosos, como pueden ser las estrellas del pop, los actores y los deportistas. Igualmente,
en los Estados Unidos, los antiguos actores Ronald Reagan y Arnold Schwarzenegger se
convirtieron, respectivamente, en presidente y en gobernador de un Estado. A menudo se
ha considerado muy negativo que los famosos invadan la vida política.
Sin embargo, Street 3 argumenta no solo que la política de la «celebridad» se remonta,
por lo menos, al siglo XVIII, sino que además la aparición del político famoso no es
incompatible con la dominación de la democracia representativa. De hecho, en lugar de
vulnerar los principios de la representación democrática, la política de la «celebridad»
puede ser considerada como una maximización de dichos principios. La
«representatividad» no es un concepto limitado a los manifiestos de los partidos y a las
propuestas de políticas concretas, sino que también incluye el estilo, la estética y el
atractivo físico de los políticos. Todos estos elementos contribuyen a forjar la
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