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responder. En algunos países europeos se utilizan con regularidad los referendos en el
ámbito nacional para la toma de decisiones políticas importantes, como, por ejemplo, si
los gobiernos nacionales deben suscribir la nueva Constitución Europea. También se han
utilizado para decidir cuestiones polémicas como la secesión de regiones nacionalistas
étnicas, como en Quebec, la principal provincia francófona de Canadá.
La tendencia general hacia la democracia no debe ser considerada algo inevitable. En
Polonia, la República Checa y Hungría, la democracia liberal parece estar
consolidándose bien. Pero en otros países, como en las antiguas repúblicas soviéticas de
Asia Central, en Yugoslavia e incluso en la propia Rusia, la democracia sigue siendo
frágil. Otra razón para no asumir que la democracia ha «ganado» es que, en casi todas
partes, las democracias establecidas se enfrentan a problemas internos. En Gran Bretaña,
por ejemplo, la participación en las elecciones europeas, generales y locales ha
disminuido considerablemente desde principios de 1990. La percepción de que las élites
políticas no representan adecuadamente los intereses del pueblo, que se hizo
particularmente evidente durante el escándalo de los gastos parlamentarios de 2009 * , ha
llevado a una pérdida de confianza en los políticos y en las políticas democráticas
formales. También hay pruebas de que las personas pueden estar recurriendo a posturas
menos formales de «hacer política», como sucede cuando forman movimientos sociales
o grupos de voluntarios para hacer campaña sobre temas específicos.
Relevancia actual
Hace algún tiempo, Francis Fukuyama 21 afirmó que las antiguas batallas ideológicas se
habían acabado y que nos encontrábamos al «final de la historia». Ya nadie defiende la
monarquía absoluta, el fascismo o el comunismo; el capitalismo ha ganado la lucha
contra el socialismo y la democracia liberal es la indiscutible vencedora. Ciertamente, las
pruebas recientes apoyan esta afirmación. Sin embargo, en la actualidad los pensadores
cosmopolitas plantean que las democracias nacionales ya no son capaces de hacer frente
a las demandas de los procesos globales.
Muchos defensores de la democracia cosmopolita la consideran como un ambicioso
proyecto de política posnacional. Sin embargo, Calhoun 22 sostiene no solo que se trata
de un proyecto más bien prematuro, sino que incluso puede ser realmente peligroso. Es
prematuro, ya que desde principios de los años noventa, una serie de conflictos
violentos, los episodios de genocidio (incluso dentro de Europa), el terrorismo y las
respuestas que ha provocado, y la recesión económica internacional, han demostrado que
el cosmopolitismo sigue siendo un sueño ilusorio. También es un sueño que ha
acompañado a la modernidad desde su creación, y que bien puede estar vinculado con el
nacionalismo, en lugar de oponerse frontalmente al mismo. Pero, además, el
nacionalismo constituye una fuente clave de identificación para un gran número de
personas y para muchos movimientos de liberación, y en modo alguno es peligroso en sí
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