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porque nuestra identidad está relacionada con las de otras personas mientras que sus
identidades están relacionadas con la nuestra. Además, las identidades humanas son
tanto personales como sociales porque se forman en los continuos procesos de
interacción. Jenkins 7 considera que existen tres partes centrales en una identidad: un
elemento individual o personal, un elemento colectivo o social y la encarnación de una
identidad. Es importante incluir esta última parte, puesto que la identidad siempre está
enraizada en el cuerpo físico de la persona. Las identidades están compuestas por varias
fuentes a la vez que tienen múltiples capas.
Hay que establecer una distinción básica entre las identidades primarias y las
secundarias, un concepto que está relacionado con la diferenciación entre los procesos de
socialización primaria y secundaria. Las identidades primarias son las que se forman en
las primeras etapas de la vida, como pueden ser la identidad de género o la etnicidad. Por
el contrario, las identidades secundarias se construyen sobre las primarias, e incluyen los
roles sociales, las ocupaciones y las posiciones de estatus. Reconocer este hecho pone
de manifiesto que las identidades son complejas y fluidas, y que cambian a medida que
las personas acceden a nuevos roles o abandonan los viejos. También significa que rara
vez la identidad es fija, por el contrario está en constante proceso de cambio. Una
consecuencia importante de todo lo anterior es que las identidades establecen similitudes
y diferencias. A menudo, sentimos que nuestra identidad individual es única y diferente
de las demás. Los nombres, por ejemplo, son buenas muestras de estas diferencias
individuales. Hoy en día, muchos padres procuran buscar nombres únicos para sus hijos
que los distingan como especiales en lugar de elegir nombres de «familia» o nombres
frecuentes. Por el contrario, las identidades colectivas muestran las similitudes con los
demás. Identificarse y ser identificado por el resto como, por ejemplo, de clase obrera,
ecologista o sociólogo profesional puede ser una fuente de orgullo y solidaridad de
grupo, o incluso algo vergonzoso.
Cualquiera que sea la percepción que tengamos de nuestra propia identidad, las
identidades individuales y sociales están estrechamente unidas entre sí dentro del «self»
sobre el que uno se encarna. Un buen ejemplo de la estrecha vinculación entre la
identidad social y la encarnación se encuentra en el estudio del «estigma» de Goffman 8 .
El autor muestra cómo, por ejemplo, las personas con alguna discapacidad pueden ser
estigmatizadas más fácilmente a causa de unas discapacidades físicas fáciles de percibir
(estigmas desacreditados), que hacen que sus identidades individuales sean más difíciles
de «gestionar», en comparación con las discapacidades no físicas, que pueden ser más
fáciles de ocultar (estigmas «desacreditantes»). Goffman entiende la vida social como si
fuera interpretada por actores en un único escenario —o en muchos—, porque nuestra
forma de actuar depende de los roles que estemos jugando en un momento determinado.
Las personas son sensibles a cómo son percibidas por los demás y utilizan muchas
formas de gestión de las impresiones para obligar a otros a reaccionar de la manera que
ellos desean.
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