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Durkheim consideró que el delito y la desviación eran hechos sociales; planteó que
ambos eran inevitables y que, en cierto modo, eran características «normales» de todas
las sociedades. En la era moderna, las personas están menos limitadas que en las
sociedades tradicionales porque hay más espacio para la elección individual; por lo
tanto, es inevitable que exista disconformidad. Durkheim afirmó también que la
desviación cumplía dos funciones importantes. En primer lugar, puede introducir nuevas
ideas y retos en la sociedad, y puede convertirse en una fuerza innovadora que dé lugar
al cambio social y cultural. En segundo lugar, la desviación hace posible que se
mantengan los límites entre «buenas» y «malas» conductas, dando lugar a una respuesta
colectiva que aumenta la solidaridad del grupo y aclara las normas sociales. Por otro
lado, si los niveles de desviación son demasiado elevados, pueden obstaculizar el buen
funcionamiento de la sociedad, y en ese caso tendrían que intervenir las fuerzas de la ley
y el orden.
Probablemente la teoría de la desviación que más se ha utilizado sea la perspectiva de
etiquetado, que interpreta la desviación no como un conjunto de características de los
individuos o grupos, sino como un proceso de interacción entre los desviados y los no
desviados. En definitiva, debemos descubrir por qué algunas personas llegan a ser
calificadas con la etiqueta de «desviados». El etiquetado no solo afecta a la forma en que
los demás consideran a una persona, sino que también influye en su propio sentido del
«self». Edwin Lemert 5 propuso un modelo para entender cómo la desviación puede
coexistir con nuestra propia identidad, o convertirse en el centro de la misma. Sostuvo
que, contrariamente a lo que podría pensarse, la conducta desviada es bastante común y
la gente suele salirse con la suya. Por ejemplo, muchas infracciones de tráfico rara vez
salen a la luz, y el robo a pequeña escala en el lugar de trabajo suele «pasarse por alto».
Lemert denominó a estos actos iniciales de trasgresión desviación primaria. En la
mayoría de los casos, son marginales en la propia identidad de la persona, y el acto se
«normaliza». Sin embargo, en algunos casos no se produce la normalización y se
etiqueta a la persona como criminal o delincuente. Lemert utilizó el término desviación
secundaria para describir los casos en los que las personas llegan a aceptar esta etiqueta
y se consideran a sí mismos como desviados. En estos casos, la etiqueta puede incluso
convertirse en un «estatus clave» que, por lo tanto, conduce a la perpetuación o a la
intensificación del comportamiento.
Cuestiones clave
La teoría funcionalista enfatiza las conexiones entre la conformidad y la desviación en
diferentes contextos sociales. La falta de oportunidades puede ser un factor diferenciador
entre quienes se dedican a la delincuencia y quienes no lo hacen. Pero en las
comunidades más pobres, la mayoría de la gente tiende a ajustar sus aspiraciones a lo
que entienden que es su situación real y solo una minoría recurre al delito. Por lo tanto,
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