Libro Blanco del título de grado en Arquitectura - Aneca

ESTUDIOS DE GRADO EN ARQUITECTURA 337
do literal es “cabaña de la construcción” y, con propiedad, uno de los nombres con que se designan
las primitivas logias de masones operativos anejas a las obras de las catedrales del Medievo.
En este sentido deben interpretarse las palabras de Gropius en el manifiesto fundacional de la
Bauhaus de abril de 1919: “Arquitectos, pintores y escultores deben volver a conocer y concebir la
naturaleza compuesta de la edificación en su totalidad y en sus partes. Sólo entonces su obra quedará
de nuevo impregnada de ese espíritu arquitectónico que se ha perdido en el «arte de salón».
Las viejas escuelas de Bellas Artes… deben volver a convertirse en talleres (…) ¡Arquitectos, escultores,
pintores, todos debemos volver a la artesanía! (…) ¡Formemos pues un nuevo gremio de artesanos
sin las pretensiones clasistas que querían erigir una arrogante barrera entre artesanos y artistas!
Deseemos, proyectemos, creemos todos juntos la nueva estructura del futuro, en que todo constituirá
un solo conjunto, arquitectura, plástica, pintura, y que un día se elevará hacia el cielo de la
mano de millones de artífices como símbolo cristalino de una nueva fe.”
La conexión directa que acaba de establecerse entre los restos de las tradiciones medievales que
aún pervivían cuando a finales del siglo XVII y comienzos del XVIII se extendió por Europa el espíritu
académico de origen francés y el germen de los nuevos tiempos, tan ligado a quimeras y utopías
sociales como a un nuevo pragmatismo tecnicoeconómico que apareció en el periodo de entreguerras
mundiales del XX se ha considerado muy útil para comprender ciertos aspectos de unas
enseñanzas tan antiguas y a la vez vigentes como las de arquitectura, pero ha roto la secuencia cronológica
en que nos encontrábamos la cual, como se recordará, había llegado hasta el momento en
que en España se fundó la academia de San Fernando.
En realidad, ésta no fue la primera institución oficial española en que se estudió arquitectura. En
1582, Felipe II, que dos años antes había subido al trono de Portugal, fundó por sugerencia de Juan
de Herrera en Madrid la Academia de matemáticas, organizada a semejanza de la de Lisboa, y puso
a su frente al arquitecto de El Escorial, inventor de máquinas para la guerra y la edificación y autor
de varias obras dedicadas a la ciencia matemática, como el Discurso de la figura cúbica. Su programa
era muy ambicioso y nunca llegó a consumarse. Incluía la creación de una red de sucursales
en las que se diera preparación científica para formar “buenos ingenieros (que entonces eran militares;
los civiles tardaron más de 300 años en aparecer en España), arquitectos, cosmógrafos, pilotos,
artilleros y otras artes dependientes de las… matemáticas”. La Academia contó con una cátedra
de arquitectura cuyo propósito fundacional fue constituir un aula “donde se lea y enseñe el arte
de la arquitectura y las demás necesarias para el buen fabricar” y subsistió 27 años a la muerte de
Herrera. En 1634 se integró en el Colegio Imperial.
Hubo en los años siguientes varios intentos de establecer en España un centro en que impartir enseñanzas
de arquitectura, solas o integradas en un sistema de formación artística. A fines del siglo
XVII, un grupo de artistas españoles residentes en Roma solicitó a Carlos II que se constituyera una
“Academia pública donde ejercitar las artes”, pero el Hechizado consideró que la empresa sería dispendiosa.
En 1726, el pintor Francisco Antonio Meléndez presentó a Felipe V un proyecto para la
organización de una academia de las artes, que no cuajó.
Tampoco tuvo éxito una iniciativa de 1729 encabezada por los arquitectos más reputados del
momento, Giovanni Battista Sacchetti (académico de San Lucas y autor de las definitivas trazas del