Libro Blanco del título de grado en Arquitectura - Aneca

ESTUDIOS DE GRADO EN ARQUITECTURA 369
su frente. La Escuela quedó adscrita administrativamente a la Universidad de Barcelona y económicamente
a la Diputación, hasta que en 1917 se hizo cargo de ella el Estado.
Tras la oficialidad de la institución, llegó por una orden de junio de 1877 la del título a otorgar, supeditada
ésta a la homologación de su plan de estudios con el de Madrid, la cual tardó en producirse,
por lo que la Sociedad central de arquitectos pidió al ministro de Comercio que no se reconocieran
los títulos hasta que no se adaptasen en Barcelona las enseñanzas y el régimen del profesorado.
Una real orden emitida poco después advirtió que se revocaría la autorización para conferir
títulos de arquitecto si no se cumplían estas condiciones, las cuales se concretaron en una nueva
real orden de abril de 1882 que la Escuela acató, permaneciendo pequeñas diferencias en la aplicación
del plan de estudios que se comentan luego. Desde entonces y durante casi exactamente un
siglo, las dos escuelas impartieron los mismos planes según sucesivamente fueron aprobándose.
Mientras estaba organizándose la escuela de Barcelona, una real orden de febrero de 1875 nombró
inspector delegado de la de Madrid con el cometido de elaborar un informe sobre su funcionamiento
a José Amador de los Ríos, prestigioso historiador, buen conocedor de la arquitectura española
y secretario de la Comisión central de monumentos. Este nombramiento coincidió con el de
Francisco Jareño y Alarcón, autor del edificio de la Biblioteca Nacional y el Museo Arqueológico de
Madrid, como director del centro. Del informe, que fue muy crítico y sólo salvó el funcionamiento
administrativo de la Escuela, surgió un nuevo plan de estudios, aprobado por la Junta de Profesores
en mayo y, de manera provisional para que pudiera aplicarse en el nuevo curso académico (situación
que acabó prolongándose durante muchos años), por la dirección general de Instrucción
Pública a primeros de octubre.
En consonancia con el espíritu de la Restauración, el plan de 1875 se caracterizó por la búsqueda
de equilibrio entre las tendencias contrapuestas de las dos décadas anteriores. Lo buscó recuperando
el que entre las materias de la línea de proyectos y las de carácter técnico había existido en
el de 1855, manteniendo el número que las primeras tenían en el de 1864 (aunque con menos horas
de clase diarias) y aumentando el de las segundas. Lo buscó también entre los criterios seguidos
para la docencia de la historia y la teoría general de la arquitectura en el plan de 1864 y en su modificación
frustrada de 1866 derivada de la contrarreforma de Orovio. E igualmente lo buscó entre la
libertad de enseñanza y la rigidez del examen de ingreso, implantando un orden de superación obligada
de las asignaturas, distinto en Madrid que en Barcelona y que a la postre resultó aún más exigente
que el sistema anterior.
Aunque era común que los futuros arquitectos realizasen el bachillerato en artes, en 1875 dejó de
exigirse tenerlo completo para comenzar los estudios preparatorios, bastando con superar en institutos
de enseñanza media las asignaturas de gramática castellana, geografía, historia universal
y particular de España, elementos de historia natural, física y química, aritmética y álgebra elemental
y geometría métrica y trigonometría. Mientras superaban estas materias, era habitual que
los estudiantes completasen su formación gráfica en academias particulares para superar unas
pruebas de dibujo lineal (“con la extensión necesaria para poder dibujar y lavar un trozo arquitectónico”)
y de figura (“hasta copiar una figura de yeso y una cabeza entera de relieve”) y acceder
así a los estudios preparatorios. En Madrid ambas pruebas se realizaban en la Escuela, junto
con una de dibujo de paisaje, luego abandonada. Cuando en 1880 se adoptó plenamente en