Libro Blanco del título de grado en Arquitectura - Aneca

358 ANEXOS
dando con motivo de la adaptación de los títulos universitarios españoles al espacio europeo de
educación superior. La solución encontrada a la estructura general de los estudios resultó tan equilibrada
que perduró con ligeras variantes (referidas sobre todo a la función propedéutica de las ciencias
básicas) durante mucho tiempo. Consistió en un fuerte examen de ingreso que garantizase que
sólo accediesen a la Escuela quienes hubiesen acreditado una destreza gráfica general y ciertos
conocimientos matemáticos, una carrera con contenidos científicos, técnicos, humanísticos y de
práctica compositiva, y un ejercicio final con el que demostrar la capacitación profesional de quienes
aspiraban a obtener el título.
En el examen de ingreso se recuperaron los tradicionales procedimientos del dibujo académico que
habían seguido practicando, y aún habrían de hacerlo por mucho tiempo, los pintores y escultores
para iniciar su aprendizaje, principalmente el del natural y el de estatua, aunque también se exigía
el dibujo lineal. Otros procedimientos igual de tradicionales pero más específicamente arquitectónicos
se integraron en la carrera, aunque años después pasarían a engrosar los requerimientos para
acceder a ella. Tal es el caso del dibujo “del antiguo”, o de detalles, a los que se habían incorporado
los de carácter “moderno” (es decir, de estilos históricos no grecorromanos) ya en el plan de
1845 y que los alumnos empezaban a conocer familiarmente como de “cachos”, nombre que habría
de perdurar, o el sempiterno lavado. El examen incluía también nociones de aritmética, álgebra, trigonometría
y geometría métrica y analítica. Podían presentarse a él tanto quienes hubiesen seguido
las enseñanzas de las academias como los que se presentasen por libre.
La carrera se estableció en seis cursos, absorbiendo los dos de la Escuela Preparatoria la cual, a efectos
de la enseñanza de la arquitectura, dejó de existir en enero de 1855, cuando se aprobó el nuevo
plan. El acta de defunción de esta institución quedó firmada, ya solamente para los ingenieros de
minas y de caminos, a finales de agosto de ese mismo año, tres semanas después de que estos últimos
pasasen a contar también con un plan de estudios propio, igualmente de seis años, que seguía
manteniendo muchos contenidos comunes con el de arquitectura pero reforzaba su carácter específico,
sobre todo en lo relativo a la formación en las ciencias fisicomatemáticas.
El plan de estudios de la carrera de arquitecto se aligeró de varias de las materias compartidas
durante los siete años de preparación común con la ingeniería. Ese fue el destino de la Topografía
y geodesia, al quedar reducida la primera a una pequeña parte de la asignatura de matemáticas y
suprimida la segunda (la especificidad de la geodesia en las enseñanzas de los ingenieros de caminos
era uno de los argumentos favoritos en las diatribas que éstos lanzaban en la época contra una
formación básica compartida con los poco científicos arquitectos), aunque se mantuvo el dibujo
topográfico como parte de una materia de primer curso. Desapareció en cambio el Dibujo de paisaje,
cuya presencia en la Escuela de Caminos había sido una constante desde la formación de ésta.
También se eliminó la enseñanza de la física y la química generales, si bien permanecieron dos de
sus variantes aplicadas: la mecánica racional y la química de los materiales de construcción, que
quedaron ambas en segundo curso.
Respecto a lo que se enseñaba en la Escuela Preparatoria, podrían echarse en falta en el plan de
1855 las asignaturas de Construcciones gráficas que había en sus dos cursos, pero en realidad no
se suprimieron, sino que sus contenidos, adaptados a la naturaleza propia de la carrera, conformaron
la Geometría descriptiva aplicada de segundo curso. Las otras dos materias que se habían