Libro Blanco del título de grado en Arquitectura - Aneca

362 ANEXOS
nes en dos clases: la de arquitectos (antiguos, o sea, con títulos otorgados por las academias de
Madrid, Valencia, Valladolid o Zaragoza, o modernos, titulados por la Escuela superior de Madrid) y
la de los auxiliares facultativos de éstos. Los últimos citados se dividieron a su vez en maestros de
obras (antiguos o de 1817, examinados de acuerdo al reglamento de 1845, y modernos o salidos
de las academias de primera clase o de la Escuela de Madrid) y aparejadores.
La real orden de 1864 facultó a los arquitectos para proyectar y dirigir toda clase de edificios. Los
maestros de obras recibieron competencias que, excepto en detalles, reproducían las que se les
habían concedido en 1845: podían ejercer libremente su profesión (salvo para realizar edificios de
primer orden o, lo que es lo mismo, de carácter público o monumental) en los pueblos de menos de
2000 vecinos que no fueran capitales de provincia y en los que no residiese un arquitecto, pero en
los demás casos habían de actuar siempre bajo las órdenes de uno de estos profesionales y siguiendo
sus planos. Los aparejadores quedaban en cualquier circunstancia sometidos a la dirección de
un arquitecto, aunque se los autorizó a ejecutar por su cuenta reparaciones menores en las que no
se alterase “en lo más mínimo la disposición de las fábricas y armaduras ni el aspecto exterior de
las fachadas”.
En un mismo día de noviembre de 1864 se produjeron el nombramiento por el que Narciso Pascual
y Colomer retornaba a la dirección de la Escuela y la aprobación de un reglamento conteniendo el
plan de estudios que por fin concretaba la aplicación del programa general aprobado en 1858 en
desarrollo de la ley Moyano. El plan siguió en lo esencial las directrices del programa, pero con una
carrera de siete años que mantenía intocados los tres de enseñanza preparatoria y el examen de
ingreso previstos en él, a los que se añadieron cuatro cursos de enseñanza especial, la misma cantidad
que en el plan de 1850, pero con una orientación académica bastante distinta y que se desviaba
de la tendencia seguida en los veinte años anteriores, la cual, no obstante, se recuperaría en
un tiempo relativamente breve.
El nuevo plan respetaba todos los contenidos de la parte dedicada a la construcción en el programa
general del 58, pero al fundir varios de ellos en unas pocas asignaturas, dedicarles menos tiempo
de docencia que el anteriormente acostumbrado y pasar las enseñanzas especiales de tres a cuatro
años, su peso proporcional en el conjunto de la carrera disminuyó. En concreto, la Mecánica aplicada
de primero, que concentraba casi toda la materia asignada en el programa general a la parte
científica de la construcción, tenía hora y media de clase diaria. Dicha parte científica se completaba
con una asignatura pequeña, la de Nociones de mineralogía y química aplicadas a los materiales
de construcción de segundo, con dos días de hora y media de clase a la semana (la semana de
trabajo tenía entonces, y así siguió por mucho tiempo, seis días).
Por lo que respecta a las otras dos componentes de la construcción en el programa general, la
Estereotomía (una de las de carácter práctico) compartía en primer curso una hora y media cada día
con la Geometría descriptiva aplicada. El resto de la componente práctica del programa de 1858 y
toda la parte teórica se unían en la asignatura de Manipulación y empleo de materiales de segundo,
también de hora y media diaria. La Tecnología de cuarto no consistía en lo que, a veces impropiamente,
entendemos hoy por esa palabra, sino que versaba sobre la práctica del oficio de arquitecto;
en ella se incluían, en hora y media de clase alterna, las mediciones y el levantamiento de edificios,
los presupuestos, la redacción de memorias y contratos y la legislación aplicada. En el plan