Libro Blanco del título de grado en Arquitectura - Aneca

ESTUDIOS DE GRADO EN ARQUITECTURA 383
Algunos cambios de denominación de asignaturas traslucían intenciones que no llegaron a convertirse
en realidades. Es el caso de los cachos, que en 1896 se describían como copia “del yeso” y en
1914 como “del natural”, pero en la práctica esto no se tradujo en el contacto directo con los edificios
que para esta materia había reclamado Arturo Mélida veintidós años antes, sino en la llegada
a las aulas de modelos de otros materiales, algunos policromados, para ser dibujados del mismo
modo que cuando sólo eran de escayola. La adopción del término “proyectos” en vez de “composición”,
que ya tenía antecedentes en planes anteriores, no implicó alteración alguna en los métodos
de enseñanza, como tampoco la sustitución del “examen de reválida” del 96 por el “ejercicio
final”, que mantuvo su carácter y régimen anteriores, de proyecto hecho “como si se hubiese de
realizar... con arreglo a lo dispuesto en la legislación de construcciones civiles”, con doce horas de
encerrona para el croquis (cuya copia custodiaba el tribunal en sobre cerrado) y sesenta días hábiles
de desarrollo incomunicado en la Escuela (las castizas expresiones de “repente” y “pensado” ya
se habían abandonado antes, como vimos).
Otras modificaciones en le nombre de las materias sí obedecieron a criterios pedagógicos, como el
de la Estereotomía del plan anterior, que se convirtió en Construcción 1º y con ello, pasó a ser impartida
por los profesores de técnicas de edificación y no por los de geometría descriptiva. En origen,
la estereotomía era el arte de cortar la piedra y la madera y su estudio se vinculaba al de los dibujos
de montea y los métodos de sacado de plantillas, pero el término se extendió luego a los ensambles
de estos materiales y más tarde también a los cortes y uniones del hierro. Hasta la entrada en
vigor del plan del 14 se entendió como una aplicación de la descriptiva y su cátedra abarcaba además
la perspectiva y las sombras. Son la reforma, se le incorporó el estudio de los parejos de las
fábricas y los “despiezos” (que hoy solemos designar con el término igualmente legítimo de “despieces”)
y se convirtió en un asignatura de construcción en toda regla, mientras que la perspectiva
y las sombras se vincularon a la geometría descriptiva, rescatada de las facultades de ciencias diez
años antes, según ya se tuvo ocasión de comentar.
El balance conjunto de las pocas fusiones y segregaciones de materias arriba descritas fue equilibrado,
por lo que la única reforma de entidad que trajo el plan de 1914 fue la incorporación del
Trazado, urbanización y saneamiento de poblaciones, y así, las diecisiete asignaturas de los planes
de 1875 y 1896 pasaron a dieciocho y se crearon en las escuelas cátedras de urbanismo, situación
que quedó consolidada hasta nuestros días. Las otras cinco cátedras añadidas que otorgó a cada
escuela el nuevo reglamento (pasaron de diez a dieciséis) no respondieron a las expectativas de
entrada de savia nueva en los centros, pues se invirtieron en demediar la gran mayoría de las que
antes tenían más de una asignatura, con lo que el incremento de dotación, salvo casos excepcionales,
sólo produjo la promoción interna de algunos profesores auxiliares que ya impartían anteriormente
las mismas materias.
El plan de estudios de 1914 tuvo una vigencia de dieciocho años. Como ya vimos que en la enseñanza
especial superior los de 1875 y 1896 apenas presentaron diferencias, resulta que el contenido
de la carrera de arquitecto propiamente dicha permaneció prácticamente invariable durante
57 años, sin más cambio digno de reseñar que la aparición de una asignatura de urbanismo. Y
eso ocurrió en un periodo que, sobre todo en su segunda mitad, registró un continuo bullir de
ideas y propuestas que desembocaron en la más completa revolución que la historia de la arquitectura
ha conocido. Tan absoluta quietud en aquellos tiempos en que todo se movía era reflejo