Libro Blanco del título de grado en Arquitectura - Aneca

382 ANEXOS
Arquitectos, en el cual se trató sobre las aplicaciones artísticas del hormigón armado (el año anterior
se había creado en España la primera cátedra dedicada a este material, en la Escuela de
Caminos) y sobre la educación técnica y artística y la expedición de diplomas de arquitecto en las
distintos países. Este segundo asunto se planteó con la ambición de establecer condiciones de reconocimiento
internacional recíproco de títulos, pero no se llegó sobre él a conclusiones precisas a la
vista de las grandes diferencias en sistemas formativos y de habilitación profesional entre los estados
participantes. La decepción ante esto de Anasagasti, que se encontraba entonces pensionado
en la Ciudad Eterna y fue cronista para España del evento y guía e intérprete de nuestros congresistas,
espoleó sin duda su interés por los problemas de la enseñanza en los años siguientes.
Por fin, en febrero de 1914, la discusión sobre el nuevo reglamento había madurado y ya estaba
listo su borrador. Se encargó entonces su corrección de estilo y la redacción de un preámbulo con
exposición de motivos a una comisión formada por los profesores de la escuela de Madrid Joaquín
María Fernández y Menéndez-Valdés y Juan Moya Idígoras (este último llegaría a suceder a
Lampérez en la dirección de la Escuela tras la muerte de éste en 1923). La comisión cumplió su
encargo en tres semanas y la propuesta se elevó al Ministerio. Tras unos meses en los que hay que
suponer que se consultó a la Escuela de Barcelona (cuya dependencia administrativa de la
Diputación Provincial, que ya sólo duraría tres años, mermaba su capacidad de iniciativa en asuntos
como éste), un real decreto del mes de octubre, firmado por el entonces ministro de Instrucción
Pública Francisco Bergamín, aprobó el reglamento con plan de estudios incluido.
El nuevo plan fue saludado con una esperanza que pronto se desvaneció. Anasagasti defendió en
La Construcción Moderna la reforma nada más promulgarse, destacó que con ella se deba un “inusitado
impulso a asignaturas capitales que parecían adormecidas” y celebró la desaparición de
materias como la zoología que, al igual que la botánica, desapareció de las enseñanzas preparatorias.
Ciertamente, y dado que los estudios de jardinería tardarían aún bastantes años en implantarse,
sólo cabe explicar la anterior presencia de estas dos asignaturas por el conocimiento morfológico
que aportaban al diseño de elementos decorativos, ya inútil una vez superado el Art Nouveau,
como muestra el que también se eliminara de los cursos preparatorios la Flora y fauna aplicada a
la ornamentación. Alabó igualmente Anasagasti la inclusión en el cuarto curso superior del Trazado,
urbanización y saneamiento de poblaciones, que consideró una materia “tan necesaria como la más
importante de proyectos”.
Los cambios introducidos en el plan de 1914 respecto a su predecesor de dieciocho años antes fueron
realmente pequeños. Además de los que acaban de mencionarse, se limitaron a la adición a la
materia de Máquinas y motores de 1896 de la electrotecnia, segregada del conjunto antes formado
por Aplicaciones de las ciencias físico-naturales a la arquitectura II y la aparición de una Historia
general de las artes plásticas en el segundo año preparatorio especial. Lo demás fueron cambios de
denominación o pasos de un curso a otro de algunas asignaturas. Entre los segundos, el de la
Historia de la arquitectura del primer curso de la carrera propiamente dicha (la enseñanza especial
superior) al último, revelaba un abandono de la concepción operativa de la materia consecuente con
la definitiva superación del historicismo (cosa distinta eran el eclecticismo y el academicismo, aún
muy vivos), mientras que el que se estudiara cuatro años después que la historia del arte, tratándola
como un caso particular de esta última, reflejaba un criterio más propio de historiadores que
el seguido hasta entonces por los arquitectos.