Libro Blanco del título de grado en Arquitectura - Aneca

384 ANEXOS
de un triple aislamiento: el del medio académico respecto a las tendencias de la arquitectura
española de la época, el de ésta en relación con lo que ocurría en Europa y el del país en el contexto
internacional.
No se aprecia en el plan de estudios del 14 signo alguno de sensibilidad hacia el ambiente que se
vivía en la arquitectura española del momento, que estalló al año siguiente en el VI Congreso
Nacional de Arquitectos celebrado en San Sebastián, en el que Leonardo Rucabado y Aníbal
González presentaron la ponencia, que más bien debe entenderse como manifiesto, “Orientaciones
para el resurgimiento de una arquitectura nacional”, la cual, si bien limitada en sus aspectos de
nacionalismo castellanista más reaccionarios, fue aprobada y ejerció una profunda y larga influencia,
dando lugar al desarrollo de las arquitecturas neorregionales montañesa (o también vasca) y
andaluza, ésta con centro difusor en Sevilla, e incluso llegó a constituir la verdadera arquitectura
oficial de la dictadura de Primo de Rivera, por el apoyo que recibió de ministerios y autoridades
locales, de servicios estatales como el de Correos y de grandes compañías, como la Telefónica.
La aplicación práctica de la nueva tendencia favoreció la adopción de métodos compositivos tomados
del Domestic Revival británico (el cual a su vez los había heredado del pintoresquismo), ajenos
a la tradición proyectual francesa y por tanto constitutivos de una alternativa al academicismo. Por
ello, el regionalismo podría haber cumplido entre nosotros una función análoga a la desempeñada
por Muthesius en Alemania dando a conocer y adaptando a la mentalidad del país las aportaciones
de las nuevas casas inglesas, y abriendo así el camino a la arquitectura de vivienda del Movimiento
Moderno. Pero no fue así. La ocasión se perdió en el ensimismamiento y contribuyó a aislar nuestra
cultura de la europea aún más de lo que había estado anteriormente, pese a que en esos
momentos la neutralidad en la Gran Guerra estaba propiciando la intermediación comercial entre
los dos bandos contendientes y una cierta prosperidad a la que obedeció la aparición de la figura
del “nuevo rico”.
El nuevo regionalismo no entró en las escuelas de arquitectura por sus innovaciones compositivas,
que el plan de estudios no impedía en ningún caso acoger, sino como una incorporación más, esta
vez ya no derivada de la historia monumental, al repertorio estilístico del eclecticismo, lo mismo que
el ideológicamente afín neoplateresco, aparecido unos pocos años antes, en pleno apogeo en 1915
y que abarcó también el mobiliario, en el que se concretó en el sarcásticamente llamado “estilo
remordimiento español”, del que son ejemplo las recias mesas teñidas de nogalina con patas en
helicoide salomónico y riostras de forja en forma de ese estilizada, las cortinillas de raso granate y
los vargueños insistentemente decorados con unas cabezas labradas de guerrero cuya función primordial
sigue siendo, hoy como cuando se pusieron en boga, el suministro de materia prima para
las peores pesadillas infantiles. El remordimiento también llegó a las aulas, pero de modo epidérmico;
los procedimientos de composición que se enseñaban y practicaban continuaron siendo ortodoxamente
académicos.
En 1918, la Sociedad Central sacó el primer número de su órgano oficial, la revista Arquitectura, que
hoy sigue publicándose y que pronto comenzó a dar cuenta de los nuevos movimientos de vanguardia
que dieron origen al Movimiento Moderno. Los cronistas de aquellos hechos eran arquitectos
recién titulados que no se integraron en los cuerpos docentes, como Fernando García
Mercadal, que inició su colaboración en la revista en 1920 (un año antes de salir de la escuela de