Libro Blanco del título de grado en Arquitectura - Aneca

ESTUDIOS DE GRADO EN ARQUITECTURA 361
organizaban en uno de copia de detalles, otro de copia de edificios y conjuntos y un tercero de
invención de edificios de primer orden (los de carácter público o monumental), para definir su distribución
y su decoración.
Como puede verse, el programa de los tres cursos de carrera no se definía por asignaturas, sino
como un conjunto de competencias a adquirir, como tampoco se había dado tal definición en los
tres preparatorios, presentados como un enunciado de disciplinas a dominar sin siquiera señalarse
en qué orden temporal. Esto último tampoco se hizo con lo que podríamos llamar el segundo ciclo,
aunque sí se dieron ciertas indicaciones sobre el orden de superación de algunos de los objetivos
del programa. Así, en la parte dedicada a la construcción, debían ir en primer lugar las materias
científicas y después las teóricas o las prácticas indistintamente. Para la composición, el progreso
había de seguir la ortodoxia académica y durandiana: primero las partes y luego el todo, y antes la
copia que la invención. Las demás disciplinas podían estudiarse en el orden que mejor conviniera a
cada alumno, aunque las de estética y teoría del arte tenían que preceder al curso de invención.
Sin duda, resultaba muy difícil comprimir en tres años los cuatro específicos de la carrera de arquitectura
con que contaba el plan de estudios vigente, con la sola descarga de la geometría descriptiva
pura, una porción de las matemáticas y otra pequeña de la mineralogía, que habrían de
pasar a la Facultad. Esto afectaba especialmente a la parte gráfica, concebida como una progresión
a lo largo de un determinado tiempo que la aplicación del programa imposibilitaría y que la
recomendación que en este mismo se hacía de que los estudiantes practicasen el dibujo al menos
dos horas diarias durante toda la carrera no es seguro que llegase a paliar. Tal aplicación sólo se
produjo al cabo de seis años. Cuando lo hizo, coincidiendo con el cese del entonces director de la
Escuela Aníbal Álvarez Bouquel (que había sucedido en el cargo en 1857 a Juan Bautista
Peyronnet, el efímero sucesor del también efímero Zabaleta), la solución adoptada fue prolongar
la carrera un año más.
Mientras seguía usándose el plan de 1855 y la Escuela, ya independizada de San Fernando, expedía
por sí misma los títulos de arquitecto, se promulgó, también en 1858, un programa general
para las enseñanzas profesionales que incluía las de aparejadores, agrimensores y maestros de
obras. Este programa, que sí se aplicó casi de inmediato, establecía para las tres carreras un examen
de ingreso sobre matemáticas y dibujo lineal (incluyendo la copia de los órdenes) y dos años
de estudios de topografía, geometría descriptiva y conocimientos prácticos de mecánica y de
construcción. Los maestros de obras tenían además un complemento formativo de arquitectura
legal y de composición de edificios rurales y otros de tercer orden. En ese mismo año, unos maestros
de obras de Valencia con título antiguo (el procedente de la restauración de esa profesión en
1817) solicitaron, con el respaldo de varias autoridades locales, su reconocimiento como “arquitectos
de segunda clase” para distinguirse de los nuevos cuyas atribuciones facultativas iban a
ser más restringidas, y recurrieron al arbitraje de Aníbal Álvarez, quien emitió un informe contrario
a esta pretensión argumentando que si se accediese a ella, a no tardar los maestros nuevos
estarían reclamando lo mismo.
Un reglamento aprobado en 1860 especificó las atribuciones de los arquitectos provinciales instituidos,
como vimos, dos años antes. Las del conjunto de profesiones entonces existentes dentro del
sector de la edificación se definieron en una real orden de 1864. Esta norma dividió tales profesio-