Libro Blanco del título de grado en Arquitectura - Aneca

ESTUDIOS DE GRADO EN ARQUITECTURA 381
En el congreso de Valencia se solicitó también que se diese a las escuelas de arquitectura una organización
independiente de la de los claustros universitarios. También esto tenía antecedentes remotos.
Narciso Pascual y Colomer había formulado la misma petición durante su segundo mandato, de
1864 a 1868. Y puede decirse que hoy aún son mayores que entonces las dificultades de acoplamiento
a la estructura general universitaria de unas enseñanzas concebidas para habilitar en el
desempeño de un oficio mucho más que para la transmisión de un saber, y que se refleja en la escasa
funcionalidad de los departamentos, en el sistema de provisión de plazas de profesorado, en la
tendencia de éste a una progresiva funcionarización con dedicación completa y desvinculación del
ejercicio profesional, en la incertidumbres sobre la naturaleza de la actividad investigadora en un
campo que es creativo y no científico, y en tantas cosas más.
Ninguna de estas reclamaciones fue atendida. Si se aceptó en cambio, aunque sólo parcialmente y
con quince años de retraso, la última de las conclusiones en materia de enseñanza de la arquitectura
a que se llegó en aquel congreso de 1909, consistente en la recomendación de que los estudios
de aparejador y de industrias artísticas que, como se recordará, se impartían desde 1895 en las
escuelas de artes y oficios, pasasen a depender de las escuelas de arquitectura y fuesen por tanto
atendidos exclusivamente por arquitectos.
En diciembre de 1909, Ricardo Velázquez Bosco (brillante autor del Palacio de Cristal del Retiro y de
las sedes del ministerio de Fomento, hoy de agricultura, y de la Escuela Superior de Minas, obras
todas emplazadas en Madrid, y restaurador de la mezquita de Córdoba) sucedió a Federico Aparici
en la dirección de la escuela de Madrid. Al mes siguiente de su toma de posesión, instó a la Junta
de Profesores a presentar propuestas para reformar el plan de estudios. Sin que se formulara ninguna,
ante las vacaciones del verano siguiente reiteró su requerimiento, planteándolo como una
tarea para el periodo de asueto, lo que no tuvo más eco a la vuelta que la insistencia de Manuel
Aníbal Álvarez (discutido restaurador de la iglesia de San Martín de Frómista, hijo del que había sido
director de la escuela de Madrid medio siglo antes y director él mismo tras la jubilación de
Velázquez Bosco en 1918) en que las escuelas de arquitectura debían separarse de la Universidad.
En ese tiempo de compás de espera en el ámbito académico, Vicente Lampérez (ilustre historiador
de la arquitectura, restaurador de la fachada de la catedral de Cuenca y de la casa del Cordón en
Burgos y sucesor de Manuel Aníbal Álvarez en la dirección de la escuela de Madrid) fue nombrado
en 1910 presidente de la Sociedad central de arquitectos. En enero de 1912, Luis Cabello y Aso,
profesor de tendencia tradicionalista y catedrático de Conocimiento de materiales y de Salubridad
e higiene de los edificios, aunque también había dado clase de Teoría de la arquitectura, publicó
una propuesta que, junto a la acostumbrada reclamación del divorcio entre las escuelas y la estructura
universitaria, ofreció un esquema de plan de estudios en el que se distinguían cuatro tipos de
enseñanza: preparatoria general, preparatoria elemental, preparatoria superior y especial superior.
Con esta organización se pretendía potenciar el carácter artístico de la carrera y dar a las materias
científicas un valor auxiliar o complementario. La iniciativa no contó con el respaldo de la
Junta de Profesores.
Tres meses antes de la frustrada propuesta de Cabello, se inauguraron en Roma la Exposición
Internacional de Arquitectura (en la que Anasagasti obtuvo una medalla de oro ex aequo con otros
cinco arquitectos, entre ellos el mismísimo Otto Wagner) y el IX Congreso Internacional de