Libro Blanco del título de grado en Arquitectura - Aneca

ESTUDIOS DE GRADO EN ARQUITECTURA 359
impartido para aspirantes a ingenieros y arquitectos se mantuvieron. Eran la Geometría descriptiva
pura de primer curso y el Cálculo diferencial e integral, si bien se alivió a este último de la geometría
analítica, que había pasado al examen de ingreso y que se sustituyó por la parte de topografía
arriba citada.
Los huecos dejados por las materias de las anteriores enseñanzas preparatorias que quedaron reducidas
o eliminadas, se cubrieron en 1855 con una asignatura nueva (Nociones de acústica, óptica e
higiene, en cuarto curso) y el refuerzo de las humanísticas, las gráficas y las de composición. Por lo
que hace a las primeras, reapareció la Historia de la arquitectura, unida ahora a Análisis de los edificios.
La parte gráfica, además de tres cursos de Dibujo de la arquitectura, contó con una materia
nueva: los Elementos de composición, que venía también a complementar, al dedicarse además a
los proyectos de tercer orden, los dos cursos de Composición propiamente dicha, que se conservaron,
lo mismo que las tres asignaturas de construcción existentes en el plan de 1850.
El ejercicio final de carrera también se reformó en 1855. Desapareció el tradicional sistema de
repente y pensado (mantenido, sin embargo, para los proyectos trimestrales y de curso), que se
sustituyó por el desarrollo de un tema único a desarrollar en mes y medio y a entregar acompañado
de una memoria facultativa. Se permitió realizar el ejercicio a los aspirantes externos, tanto
españoles como extranjeros, los cuales debían someterse además a un examen de reválida referido
al conjunto de materias de la carrera. La Escuela Especial de Madrid pasó a convertirse con ello
en un centro de convalidación de los estudios realizados en las academias provinciales, sobre todo
las de primera clase. Quedaron exentos de realizar el ejercicio final de carrera los aspirantes a la
pensión de Roma, pues estos habían de concursar con una prueba de características semejantes y
aún más exigente.
En 1857 se aprobó la Ley de instrucción pública, más conocida como “ley Moyano” en honor a su
promotor, el a la sazón ministro de Fomento Claudio Moyano Samaniego, y recordada sobre todo
por haber impuesto la enseñanza primaria obligatoria y dado carácter oficial a los títulos de bachiller,
licenciado y doctor, aunque la reforma que introdujo en el sistema educativo español fue de
mucho mayor calado aún. Por lo que aquí interesa, es de destacar que aquella ley estableció tres
tipos de centros de estudios de rango mayor que el de bachillerato: las facultades, las escuelas especiales
o superiores y las de enseñanza profesional. Las segundas eran las de ingeniería, la del notariado,
la diplomática y las de bellas artes, entre las que se incluyó la arquitectura. Adquirieron la
condición de escuelas profesionales las de veterinaria, comercio, artes y oficios, maestros de escuela,
aparejadores, agrimensores y otros, entre los que volvieron a aparecer los maestros de obras.
Dentro de esta organización, las escuelas de ingenieros (que en aquellos momentos eran los agrónomos,
los de caminos, los industriales, los de minas y los de montes), la de notarías y la diplomática
quedaron vinculadas a los ministerios de Fomento, Gracia y Justicia y Estado, respectivamente,
mientras que para las de bellas artes se estableció un régimen más complejo. En Madrid, la escuela
de arquitectura se integró en la Universidad Central (con las de maestros de obras, aparejadores
y agrimensores sujetas a su dirección), lo mismo que la de pintura, escultura y grabado, pero las
homólogas de estas últimas de fuera de la capital sólo alcanzaron el rango de centros de enseñanza
profesional, denominadas escuelas provinciales de bellas artes, a las que también acudían los
aspirantes a maestros de obras y aparejadores. Esta reforma arrastró consigo la ya completa eman-