Libro Blanco del título de grado en Arquitectura - Aneca

388 ANEXOS
detuvo su carrera a los 45 grados”, “técnica que requiere un largo y cachazudo entrenamiento, una
pérdida de tiempo precioso”, “producto de un academicismo almibarado” que “adormece la iniciativa
artística al someterse a la lámina” y que “permite ser un virtuoso, un ejecutante consumado
del pincel y los desvanecidos, aun no sabiendo dibujar” y un largo etcétera) y que todavía tardaría
casi medio siglo en desaparecer. La comisión se limitó a exigir que se suprimieran las copias
de lámina y fotografía dando preferencia a la de los modelos de yeso, lo que ya venía haciéndose
en la escuela de Barcelona desde diez años antes.
En relación con los estudios de matemáticas, Anasagasti, aun reconociendo su importancia,
había expuesto la necesidad de reducir su extensión y alcance, recordando que esa era una aspiración
constantemente manifestada desde la fundación de la primera escuela especial, haciendo
ver que hasta los ingenieros franceses, de quienes provino su “encumbramiento” estaban
planteando ya lo mismo y desechando el tópico de que los altos estudios matemáticos fortalecen
el razonamiento y estimulan el juicio. En concreto, el ponente propuso reformas cuya reclamación
venía de lejos: la abolición del “cálculo por el cálculo”, de “argucias, sutilezas, casuismos
y acrobatismos estériles” y de explicaciones ex cathedra, y su sustitución por una enseñanza
aplicada en la que primaran los métodos gráficos sobre los analíticos (pese a ser menos
precisos), los cálculos mentales y abreviados (apoyados por máquinas calculadoras, reglas de
cálculo, planímetros y hojas cuadriculadas) y la explicación de los métodos, dejando las demostraciones
al desarrollo personal de los alumnos apoyado en el trabajo de laboratorio y taller. Luis
Vegas, que enseñaza en Madrid mecánica racional y resistencia de materiales, acusó a
Anasagasti (seguramente con razón) de pretender suprimir el cálculo integral y, aunque éste
alegó que no había pedido tal cosa (lo que literalmente era cierto), la comisión eliminó toda alusión
a la instrucción matemática.
Fueron más las supresiones de la ponencia inicial. Es el caso de las referencias a los trabajos manuales
y al manejo directo de los materiales y los útiles de los oficios, cuya presencia en el reglamento
de 1850 Anasagasti recordó y que en el contexto de su iniciativa de reforma resultaban menos
bauhasianas que deudoras de Arturo Mélida.También desaparecieron, seguramente porque la comisión
las consideró ociosas, las congratulaciones por la desvinculación de las facultades en los estudios
preparatorios científicos, que Anasagasti había dado por definitivamente consolidada, pero que
volvió a implantarse diez años después para permanecer en los planes de estudios durante cuarenta
más. La misma suerte corrieron las críticas del ponente a la desproporción (de siete asignaturas
de dibujo a tres de proyectos) de las enseñanzas preparatorias, “con tanta o más importancia que
la carrera propiamente dicha”. En aquellos momentos, se tardaba en ingresar en las escuelas una
media de cuatro años, y era raro el alumno que no superaba los estudios superiores a curso por año
o no completaba el ejercicio final en los sesenta días estipulados.
Con estas supresiones se quisieron soslayar los asuntos que más resistencias encontraban en el
estamento docente. En su exposición ante el congreso, Anasagasti precisó que el tema de la reforma
de las enseñanzas es “de los más delicados, por la dificultad de explanar la cuestión sin rozar
algún interés personal”, pero que era forzoso aludir a procedimientos y asignaturas, y pidió que
nadie se molestase, aclarando: “no vamos contra nadie, aunque tampoco sacrificaremos la bien
entendida rigidez y claridad al tratar de los sistemas a punibles condescendencias”. El resultado
final reveló la separación existente entre las escuelas y la profesión. Quedaban lejos los tiempos