Libro Blanco del título de grado en Arquitectura - Aneca

ESTUDIOS DE GRADO EN ARQUITECTURA 347
cosas habían cambiado muy poco, así como que buena parte de los alumnos de San Fernando procedía
de los oficios artesanos. Esto último explica que las clases se dieran sólo en turno de noche,
régimen que entre 1796 y 1799 algunos profesores habían propuesto ampliar sin que ni siquiera en
este aspecto de orden interno nada se modificase.
En aquellos años de tránsito de siglo, las preocupaciones de la Academia de San Fernando estaban
muy alejadas de las de los arquitectos e ingenieros en Francia y de las de estos últimos aquí. En
1796 se suprimió el título de maestro de obras, pasando la institución a otorgar exclusivamente los
de maestro arquitecto y académico de número. En 1801, en que en Sevilla seguían celebrando exámenes
por el gremio de alarifes para expedir títulos de maestro de obras, Carlos IV los declaró nulos
y sin efecto, lo mismo que los concedidos por ayuntamientos y cabildos, como había hecho su padre
catorce años antes. Fernando VII habría de reiterar estas disposiciones en 1814, 1816, 1827 y 1829.
En 1801 se reformó el sistema de exámenes finales de titulación. Se volvieron a realizar los ejercicios
de pensado y repente, acompañándose de un examen oral de carácter teórico-práctico. El pensado
adquirió un carácter más profesional, tanto por su contenido como por el procedimiento seguido
para juzgar los resultados. Se añadieron a la tradicional exigencia de presentar las plantas, alzados
y secciones del proyecto las de evaluar su coste y ofrecer planos de construcción. La competencia
para calificar este ejercicio pasó de los anteriores tribunales de profesores a la Comisión de
Arquitectura, con lo cual los criterios de idoneidad (y de ortodoxia clasicista) se hicieron equivalentes
a los aplicados por la propia comisión a los proyectos destinados a construirse que se sometían
a su dictamen. Los profesores, en cambio, juzgaban las dos pruebas posteriores, garantizando la
inventiva (con un repente cuyo tema dejó de coincidir con el pensado) y la solidez de conocimientos
de los aspirantes.
Durante los años de la guerra, las actividades de la Academia se paralizaron casi totalmente. En
1809, 1810 y 1813 no se matriculó ni un solo alumno, y sólo unos pocos lo hicieron entre fines
de 1811 y comienzos de 1812. En este tiempo, la institución tomó partido entre los contendientes
al menos en dos ocasiones. En una, espontáneamente, al plantear en septiembre de 1808
como tema del ejercicio de repente un monumento en el campo de Bailén en honor de la victoria
española. La otra fue obligada: un real decreto de febrero de 1809 exigió el juramento de fidelidad
a José I, que la junta general de la Academia prestó a finales de ese mes en la que fue su
última sesión hasta la llegada de Fernando VII. Un buen indicio de las dificultades de aplicación
de lo dispuesto sobre la exclusiva potestad de las academias para la habilitación profesional oficial
es que en ese año había en Madrid 50 arquitectos y maestros de obras titulados por San
Fernando y 68 “intrusos en esta clase”.
En 1814, a la vuelta del Deseado, se reanudaron las clases en la Academia sin cambio alguno en su
régimen y programa de enseñanzas, pese a la completa reorganización del sistema educativo, que
incluyó la generalización de las llamadas “escuelas especiales” (la primera de las cuales había sido
la fundada por Betancourt), destinadas a impartir una docencia superior separada de la universitaria.
Dentro de ellas, la arquitectura se mantuvo integrada con la pintura y la escultura en las de
nobles artes, dependientes de las academias. En 1817, una real orden restableció la clase de los
maestros de obras y definió los cuatro títulos oficiales a expedir a partir de entonces, que eran, junto
con el citado, los de aparejador facultativo, maestro arquitecto y académico de mérito. Hasta 1827