Libro Blanco del título de grado en Arquitectura - Aneca

380 ANEXOS
riores a la guerra civil, de algunos de cuyos aspectos más destacados daremos cuenta páginas adelante.
También en 1903 concluyó el periodo transitorio para dispensar del ejercicio de reválida a los
alumnos del plan de estudios antiguo aunque, como era potestad de las escuelas eximir de su presentación
a los mejores estudiantes, continuaron presentándose solicitudes individuales de liberación
de esta dura prueba, algunas fundadas en motivos peregrinos, como la de un alumno de Barcelona
que invocó en abril de 1906 “el próximo enlace de S. M. el Rey”. Una real orden de agosto de ese
año cortó de raíz la situación al prohibir la admisión a trámite de instancias en tal sentido.
La celebración en Madrid en 1904 del VI Congreso Internacional de Arquitectos sirvió a la Sociedad
Central de estímulo para resucitar en el ámbito local estos encuentros, que llevaban un tiempo
abandonados (después del ya citado congreso nacional de 1881 sólo se había celebrado un segundo
en Barcelona en 1888) y que en los años sucesivos se dieron con más frecuencia. El tema principal
de debate en le evento internacional, la validez del Art Nouveau y sus derivados como verdadera
arquitectura moderna, disuadió sin duda de participar a destacados personajes como Otto
Wagner, Victor Horta o Charles R. Mackintosh, pero pasaron por Madrid varios otros de los arquitectos
más prestigiosos e influyentes en el campo de las ideas del momento, reclamando una atención
a los nuevos avances técnicos que, con el retraso que entonces presentaba España en este
aspecto, produjeron una honda impresión.
En aquel congreso internacional, Hermann Muthesius, difusor en el continente de la moderna arquitectura
doméstica inglesa y alma de la Deutsche Werkbund (asociación alemana fundada tres años
después que agrupó a arquitectos, artistas, diseñadores, ingenieros e industriales), presentó las
construcciones ingenieriles del siglo anterior como modelos más acordes al espíritu de los tiempos
que los aportados por los estilos históricos y decorativos y defendió que los arquitectos se incorporasen
a la senda de progreso que éstas habían trazado. Por su parte, Hendrik Petrus Berlage, el celebrado
autor de la sede de la bolsa de comercio de Ámsterdam, auguró que la arquitectura del futuro
surgiría de la explotación de las cualidades expresivas del hormigón armado.
En el congreso nacional, desarrollado inmediatamente después y en el mismo local, hubo un debate
sobre las enseñanzas científicas en arquitectura que concluyó, junto con la reiterada recomendación
de que éstas se centrasen sólo en su aplicación directa a la construcción, al dominio de los
trazados y al cálculo estructural, con una solicitud a las autoridades de dotar a las escuelas de laboratorios
de ensayos de materiales como los que tenían la de ingenieros militares desde 1897 y la de
los de caminos desde 1898. La petición no fue atendida, y las escuelas de Madrid y Barcelona aún
habrían de esperar hasta 1915 para contar con instalaciones de este género.
Tras un nuevo congreso nacional celebrado en Bilbao en 1907, el quinto, que se organizó en
Valencia dos años después, se ocupó en profundidad de la reforma de las enseñanzas de arquitectura.
De los debates surgió el criterio general de que en ellas debía dominar el carácter artístico sin
que eso fuera en detrimento de las materias científicas, si bien volvió a reclamarse que éstas se
adaptaran a su aplicación práctica a la construcción y se propuso devolver a las escuelas la docencia
de las que seguían impartiéndose en las facultades y “aligerar el estudio de las áridas ciencias
exactas”. Estas reflexiones y reivindicaciones, como ya hemos tenido ocasión de ver, venían de lejos
y, mutatis mutandi, han seguido reproduciéndose hasta nuestros días en cuantas ocasiones se ha
planteado la necesidad de reformar los planes de estudios.