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Química General, 2000 - Victor Manuel Ramírez

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QUÍMICA GENERAL

nes). La radiactividad es la desintegración (fisión atómica) espontánea de estos átomos

inestables. Al desintegrarse se transmutan, es decir, forman elementos más

estables. Este fenómeno aportó ideas sobre la divisibilidad del átomo.

Una línea de experimentación completamente diferente llevó también al descubrimiento

de las partículas cargadas positivamente. El físico alemán Wilhelm Conrad

Roentgen (1845-1923) se interesó en la capacidad de los rayos catódicos para provocar

la luminiscencia de ciertas sustancias químicas. Con el fin de observar la mortecina

luz que se producía, oscureció la habitación y envolvió su tubo de vacío en una

cartulina negra y fina. Trabajando en 1895 con dicho tubo observó un destello de luz

que no provenía de éste. A bastante distancia del tubo se hallaba una hoja de papel

cubierta con un producto químico que resplandecía, pero sólo cuando actuaban los

rayos catódicos y no en otro momento.

Roentgen concluyó que cuando los rayos catódicos chocaban con el ánodo se creaba

alguna forma de radiación que podía pasar a través del vidrio del tubo y del cartón

que lo rodeaba, y chocar con los materiales circundantes.

En efecto, si se trasladaba el papel tratado químicamente a la habitación de al lado,

seguía resplandeciendo cuando actuaban los rayos catódicos, ante lo que dedujo que

la radiación era capaz de atravesar las paredes. Roentgen llamó a esta penetrante

radiación rayos X, por desconocer de qué se trataba; esa denominación se ha conservado

hasta la actualidad (posteriormente se determinó que los rayos X eran de la

misma naturaleza que las ondas luminosas, pero con mucha más energía).

Figura 1.131

Ahora se sabe que los rayos X se producen por la intercepción de electrones a grandes

velocidades mediante un blanco; el exceso de energía es lo que se manifiesta en

forma de rayos X.

Antes, dos investigadores, Martin Heinrich Klaproth, científico alemán, y Joens Ja-

, químico sueco, habían descubierto el uranio y el torio, respectivamente,

a principios del siglo xix.

Klaproth separó en 1789 el uranio del mineral pechblenda, que es un polvo negro.

Aunque desde entonces se encontró que sus propiedades químicas eran muy diferentes

a las de los elementos conocidos, durante mucho tiempo se le consideró de

poca importancia y su uso se limitaba a ciertas ocasiones.

En medicina, el uso de los rayos X es

de suma importancia para un buen

diagnóstico.

En esa época, Klaproth se sintió profundamente impresionado con el descubrimiento

del planeta Urano, por lo que bautizó el elemento que recién había descubierto

con el nombre de uranio. Mucho tiempo después, en 1818, Berzelius descubrió el

torio al separarlo de un mineral conocido actualmente como torita.

Ni Klaproth ni Berzelius sospecharon que los elementos que habían descubierto

llegarían a ser tan importantes en el desarrollo de la ciencia y mucho menos que

de ellos emanaran radiaciones. En 1896, el físico francés Antoine Henri Becquerel

descubrió este fenómeno en el uranio.

El mundo de la física se interesó en seguida por los rayos X, y entre los que comenzaron

a experimentar con ellos se encontraba Becquerel (1852-1908).

Interesado en la capacidad de algunos productos químicos para resplandecer con

una luz característica propia (fluorescencia) al ser expuestos a la luz del sol, se planteó

la pregunta de si el resplandor fluorescente contenía o no rayos X.

En 1896, Becquerel envolvió una película fotográfica en un papel negro y la colocó

bajo la luz del Sol, con un cristal de cierto compuesto de uranio encima. El cristal

era una sustancia fluorescente, y si la luz emitida fuese simplemente luz ordinaria

no pasaría a través del papel negro ni afectaría a la película fotográfica. Si hubiese

en ellas rayos X, pasarían a través del papel y oscurecerían la película.

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