El César vs. el Estado

cuando sabían vivir con dignidad.
La realidad del Bienestar ¿de quién?
los tiene tan hipotecados
que ya nadie se puede acordar
que tenían honor no hace tanto
aunque ahora realmente los tengan
absolutamente refritos
con la patronal corporatocrática
y con los que más asco dan:
el gobierno y los sindicatos,
los peores psicópatas aparentes
que joden la bondad de la gente.
Se puede decir que una de las adicciones de los civilizombis es la de
mentir porque aparentan con más frecuencia de la que son conscientes;
que mientan subconscientemente no justifica el conflicto que a sí
mismos se provocan. No ser consciente de cuándo se está mintiendo
hasta después de haber falseado la realidad no debería estimular a que sea
imposible confesar el engaño; la armonía de la comprensión podría
devolver la candidez mancillada a los actores de la farsa y a los receptores
de la traición. Al mentiroso ego le gusta revolver con las mentiras para
sentirse seguro de su incoherente hegemonía. La mentira es la reina de la
apariencia; disuadirla y desterrarla del lenguaje verbal, las actitudes o los
gestos podría ser una de las decisiones vitales a tomar. La lealtad ayuda a
desarraigar la falsedad de las conductas civilizadas; por esto, los
Caballeros son leales a la realidad. Rebelar que nos estamos extinguiendo
o que una panda de trogloditas controla a la subespecie suicida es una
cuestión de lealtad y no un rapto de locura.
Junto al «miedo al qué dirán» y a la inseguridad del ego aparece el
«mimetismo subconsciente», una cualidad que impulsa a que la
personalidad de cada uno se difumine y entremezcle con la del otro o la
del grupo para sentirse querido o aceptado. El ego controla la
personalidad con contenidos rigurosos; en medio de este conflicto
relleno de apariencias, el «no ego» desconoce lo que quiere aunque
momentáneamente se puedan simular flechazos o integraciones
satisfactorias; pero cuando el tiempo permite que el ego se manifieste en
todo su esplendor emergen las fricciones, malos entendidos, engaños y
mentiras; es insostenible mantener las apariencias y por eso se dice que
«cuando hay confianza da asco». No se puede mantener indefinidamente
el estar envueltos en apariencias porque el remordimiento también tiene
su espacio dentro de la personalidad y es imposible disimularlo. Si es
desatinado arrastrar indecisiones y decisiones equivocadas, cargar con el
remordimiento es inhumano; no se aguanta ni cuando se aparca en el
subconsciente.
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