El César vs. el Estado

que la Historia habrá tergiversado, apañado o manipulado para que los
planes de estudio mientan tanto como el contenido de sus textos y los
investigadores se ahoguen en banalidades con las que rellenan las
enciclopedias de falsedades; pero cualquiera se puede imaginar que las
cosas pasaron de estar al rojo vivo a estar incandescentes. El moro Cide
Hamete y yo empezamos una conexión que la lealtad continua
manteniendo ¡cuatrocientos años después!; las consecuencias de este
primer contacto no las podrán olvidar jamás los de la casa de Austria.
—¡Pues ahora le toca a la de Borbón! —intrigó Sancho.
—La segunda intervención del moro —siguió don Quijote—,
terminó en Cervantes. El día del santo patrón matamoros me sacó de la
tumba y desde entonces, ¡aquí estoy! No seas vago y ponte a leer la
bibliografía sugerida. Entre la que te ha propuesto la mujer con rastas y
la que ahora ha salido, tienes muchos deberes que hacer.
—¡Eso pasa por saber leer! Con lo feliz que estaba analfabeto y el
trabajo que da el solo hecho de saber leer… Hay que leerlo todo.
—Es otra forma de conocer a los lectores con los que tantas ganas
tenías de codearte.
—¿Si leo lo que dice me enteraré de todo?
—Cualquier duda que te quede, acude al caballero Alcor.
—Moro, aljamiado, andalusí, ¡menudo lío de caballero! ¿O es que
son simples casualidades?
No hubo respuesta porque todo el mundo sabe que esta pregunta es
retórica: lo que solamente existen son causalidades. Sancho remolonea y
se nota que no se quiere levantar. Hay veces que uno se siente tan
protegido en la cama que no se quiere incorporar ni afrontar el nuevo
día, porque encuentra cierto placer en dar algunas vueltas en la cama
como una croqueta lo hace en una sartén. La postración que se siente
esas veces, sobre todo si se tiene tiempo, dificulta la aparición de las
infinitas posibilidades que todos los días se abren pero realmente, nunca
se sabe cuándo va a ser el instante preciso en el que aparece la pareja
gemela del Universo en cualquier sitio.
—¿No te parece que ya nos hemos desperezado lo suficiente?
—animó el caballero—. O te gusta estar tumbado o es que no quieres
caminar.
—Entenderá que después de estar aplastado en un libro, ponerse a
andar requiere mucho sacrificio —indicó Sancho—. Deje antes que
termine con algunas dudas que me quedan que si no voy a pensar que el
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