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El César vs. el Estado

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en una océano de caricias,<br />

de besos y de amores<br />

que los ha dejado sedados<br />

312<br />

en un sueño matinal<br />

que es de los que más se disfrutan<br />

por la paz con la que están.<br />

—¿Qué tal se encuentra? —preguntó Sancho desafiante.<br />

—No sé si tan bien como vos.<br />

—Demasiado críptico se aparece cuando <strong>el</strong> día decide llegar a su fin.<br />

Le noto algo triste y no me va a sorprender su aparente aflicción. <strong>El</strong><br />

buen humor es algo en lo que los caballeros Andantes pueden<br />

sorprender. ¿Pasa algo?<br />

—Nada Sancho, tranquilo; se están aclimatando nuestros softwares. Te<br />

has despertado de un sueño muy largo y reaccionas enérgicamente. Yo<br />

estoy como siempre y seguro que en un momento nos sentimos<br />

armonizados.<br />

—Pues póngase las pilas para que no se nos haga tarde tan deprisa<br />

—incitó Sancho.<br />

—¿A qué se debe la ac<strong>el</strong>eración?<br />

—Más que de ac<strong>el</strong>eración se trata de reacción. En cuanto se ponga<br />

las pilas, verá cómo armonizamos.<br />

Tras decir esto, cogió un brazo de don Quijote y dejando caer su<br />

peso hacia atrás, <strong>el</strong>evó suavemente al caballero hasta que ambos<br />

quedaron equilibradamente incorporados. Recuperar los puntos de<br />

apoyo respectivos y ponerse a caminar fue todo uno y así los tendremos<br />

hasta que den su entrada en la muy famosa ciudad Magistral más<br />

conocida como Alcalá y si se añade de Henares, nadie la va a desubicar.<br />

Sancho iba hablando entre dientes de vez en cuando y don Quijote lo<br />

dejó en paz. <strong>El</strong> escudero abría <strong>el</strong> camino que ha aprendido para llegar a la<br />

ciudad. Pasaron por <strong>el</strong> puente en donde sientes de cerca la v<strong>el</strong>ocidad y<br />

una vez entrados en Alcalá, Sancho callejeó por las arterias de la ciudad<br />

de una manera muy familiar. Parecía que todo lo conocía de siempre o<br />

que no le preocupaba <strong>el</strong> cuándo estaba. Era <strong>el</strong> ambiente tan r<strong>el</strong>ajado que<br />

<strong>el</strong> silencio no desapareció en ningún lado. Finalmente y sin saber si fue<br />

atraído por las campanas d<strong>el</strong> r<strong>el</strong>oj, Sancho a la plaza de Cervantes llegó.

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