El César vs. el Estado

para que dentro de unos años se explique lo que cualquiera puede
comprobar ahora fácilmente.
—¿Por qué insiste tanto en la extinción? —preguntó la inesperada
presidenta al escudero—. ¿Es usted un iluminado?
—¡Calle, sra. presidenta! —cuchicheó el alcalde— que ese tema es un
Asunto Reservado que está todavía bajo secreto de sumario; sólo nos
queda la esperanza de que no se destape.
—¡Cállese usted sr. alcalde! —respondió la presidenta—. Me temo
que la esperanza es un lujo que no puedo permitirme
—No olviden —insinuó el escudero a los camaradas de partido—,
que la esperanza es la quintaesencia del engaño humano que es al
tiempo la fuerza de vuestro mayor poder (el fanatismo) y de vuestra
mayor debilidad (la esclavitud).
—¿Por qué se excluye de la quintaesencia y del poder de la
esperanza?—preguntó la presidenta.
—Porque estoy citando Matrix —respondió el escudero—; además
¡ni Illuminati, ni budista, ni profeta! Pero verán ustedes qué pasa cuando
la extinción sea tan palpable en Madre Tierra como la lava del Vesubio
en Pompeya. ¿Qué se van a inventar para explicar de manera
políticamente correcta las consecuencias de una o varias tormentas de
agua que descargan en una hora más de lo que habían descargado en un
año?
—Diremos ¡Estamos esperando al futuro!, y omitiremos ¡el
momento en el que se nos va a hacer demasiado tarde! —respondió la
presidenta.
—¡Por esto insisto ahora en la extinción sra. presidenta: para que no
se haga tarde demasiado deprisa! y para que dejen de discutir por
estupideces gemelas o a pares. Recuerde que dependiendo de la longitud
de onda que atraiga su atención, se puede fijar en unas cosas o en otras.
Dejarían de discutir sobre cuál es la más corrupta de las dos facciones
alternantes si se pusieran a encontrar soluciones para devolver algo de
cariño al maltrato medioambiental.
—Nos sorprende majestad con la razón de su discurso —intervino
don Quijote para que Sancho no tensara la cuerda del silencio—. Sin
duda, estar con el pueblo en vez de beneficiarse de él reaviva al más
escéptico.
—¡Por supuesto señor caballero de la Mancha! —consideró el
rey—; me siento rejuvenecido y con ganas de marcha. No sé qué tendría
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