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El César vs. el Estado

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despiertos tienen que hallar la forma de entenderse no sea que la guerra<br />

entre civilizaciones no tenga nada que ver entre musulmanes y cristianos<br />

y sí ataña a cegatos y reb<strong>el</strong>des. [Ver Yo, Robot; Invasión.]<br />

—¿Qué es un Programa? —indagó <strong>el</strong> escudero haciendo ahora gala<br />

de su estilo interruptus quizá para comprobar más que para averiguar.<br />

—Habría que diferenciar los programas bio-lógicos de los ciberilógicos<br />

aunque en <strong>el</strong> fondo son lo mismo. Programa Smith es otro<br />

sinónimo de civilizombi, esclavo, sapiens o ciudadano (bio-lógicos).<br />

Programa Tamagochi es otro sinónimo de muñeca, juego, escu<strong>el</strong>a o<br />

ilusión (ciber-ilógicos). Los dos se crean, los dos tienen «vida» y los dos<br />

pagan impuestos; quizá, la diferencia más notable es que <strong>El</strong> Sistema<br />

intimida a los programas bio-lógicos para que vayan a votar y a los<br />

tamagochis todavía los dejan en paz.<br />

—¿Me quiere decir que puede llegar <strong>el</strong> momento en <strong>el</strong> que los<br />

timogachas reclamen su derecho a sufragarse tal y como han obtenido <strong>el</strong><br />

de suicidarse?<br />

—Si por sufragarse quiere decir a que se reconozca su derecho a<br />

votar, ya existen demasiadas p<strong>el</strong>ículas en las que los clones se reb<strong>el</strong>an<br />

contra sus creadores reclamando «su personalidad» (Ver La isla en la que<br />

también aparece una trinidad como protagonistas). Las mujeres d<strong>el</strong><br />

mundo contaminante hemos tenido usurpado hasta hace poco ese<br />

supuesto derecho que se plantea como una obligación y con <strong>el</strong> que ahora<br />

justifican la paridad; en <strong>el</strong> mundo menos contaminante necesitarán seguir<br />

haciendo lo mismo. También tuvieron que hacerlo los negros, los<br />

hindúes, los chinos, los aborígenes… ¿Por qué no los tamagochis?<br />

—Esto parece surrealismo d<strong>el</strong> kafkiano —observó Sancho—. A ver<br />

si al final, los escarabajos también van a poder votar para que Gregorio<br />

Samsa no sienta desdicha al comprobar cómo pisotean sus derechos.<br />

—Para paliar <strong>el</strong> maltrato generalizado, quizá saquen una ley para que<br />

todos los seres puedan votar; ¡quién sabe si los escarabajos lograrán <strong>el</strong><br />

derecho a no sentirse aplastados! Al margen de disparates irónicos, no<br />

soy adivina y desconozco <strong>el</strong> final. Sin necesidad de serlo, ahora todos los<br />

ciudadanos pueden verificar que sus derechos son humillados<br />

habitualmente por la esquizofrenia de los gobermangantes. Pero además,<br />

cada cuatro años pueden constatar descaradamente que ese derecho tan<br />

sagrado al que se llama sufragio universal, se lo pasan por los sobacos.<br />

Como se le confirmará más ad<strong>el</strong>ante, las ciudadanas y los ciudadanos son<br />

libres para pensar y votar lo que quieran porque después los políticos<br />

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