El César vs. el Estado

—El embajador veneciano Paolo Tiépolo —ilustró don Quijote—,
en su relación de 1573 escribe que en España «el campesino se imagina
ser de la ciudad y sale al campo con la espada a cuestas y obliga a sus
mujeres a andar vestidas al uso de la ciudad con zuecos altos y sombrero,
el artesano se viste el traje de hidalgo y caballero y lleva ropas de seda y
ciñe espada, con la cual y con la capa puesta se está trabajando en la
tienda; el hidalgo y el caballero se las dan de príncipes, de modo que en el
traje, en vender favor y en el énfasis, a nadie ceden ventaja; el príncipe
quiere ser tomado por rey, y en el porte de su casa y la pompa exterior
procuran parecer tal. Así esta nación aventaja a todas las demás en las
apariencias y manifestaciones externas de grandeza y a esto atiende por
encima de todo».
—¡Menuda panda de chulitos de mierda, nuevos ricos, decadentes
burgueses, Homo Simpson Sapiens, cegatos pro-Imperio o como se les
llame! —reconoció el escudero—. [Ver Los Simpson, la película.]
—Este orgullo que se traducía en una insufrible arrogancia exterior
—siguió don Quijote—, a la par que la fuerza, fue la debilidad de
España. De todos los ciudadanos del Imperio, los españoles éramos los
que estábamos más esquizofrénicos porque considerábamos que
vivíamos en un Estado en el que no se pondría el sol. ¿Te imaginas qué
cantidad de ego se genera sólo por esto? Por mucho que se les quisiera
explicar que doscientos años más tarde íbamos a convertirnos en un
arrondissement de Francia, la arrogancia, los tacones, la espada y la seda
facilitaban la ceguera mayúscula de los ciudadanos y de sus mayestáticas
santidades. Lo mismo les pasa ahora a los yanquis, que no conciben lo
rápido que pueden pasar a convertirse en un arrondissement de Cuba;
creerse los sheriff del mundo los aúpa a la mayor esquizofrenia terrícola
de todas las existentes y ¿¡quién les para los pies…!?
—El caballero Alcor —soltó Sancho inesperadamente—. Lo de
Cuba sería una exageración ¿verdad?
—Al menos ya se puede afirmar que USA es un arrondissement del
terrorismo audiovisual —aclaró don Quijote—. Y deja de utilizar como
comodín de cualquier pregunta sin respuesta al caballero Alcor.
—Cuba al menos es un país soberano pero sentir terror de un
anuncio del televisor con la imagen distorsionada, barba y turbante, es
como creerse que existe el hijo humano de dios y el sin pecado
concebida.
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