El César vs. el Estado

pongamos los diálogos que se producen de manera simultánea en un
cierto orden de lectura para facilitar el entendimiento de lo que aquí
acontece. El protocolo obliga a empezar con lo royal.
—¡Que la paz de la Corona esté sobre todos nosotros! —saludó
cortésmente el caballero.
—Y con su espíritu —contestó el rey.
—¿Qué tal está la familia real? —preguntó cortésmente el caballero.
—Todos bien y de enhora buena. Aunque sean mujeres, ya tenemos
descendencia real directa que será bastarda.
—Aunque sean mujeres —observó don Quijote—, podría salir una
nueva y grande Isabel de las que ha tenido España por consortes o por
reinas. Pero atienda con cuidado al discurso que empieza a decir cosas
por sí mismo; tantas referencias a la vez pueden pasar inadvertidas. Me
dice que España podría ser un país morganático en vez de monárquico.
Ergo habrá que cambiar la Constitución al menos por dos razones: la
una por el rancio espíritu patriarcal que se refleja en su redacción al
diferenciar la heredad de la Corona dependiendo del sexo del
beneficiario y la otra, porque dicha Corona deje de ser monárquica para
ser morganática.
—¿Qué hace un hombre como vos en un paraje como éste?
Don Quijote se quedó sorprendido por el cambio de tercio del
monarca que al considerar que estaba siendo el protagonista de este
entremés, no quería meterse en camisas constitucionales. Cuando se
aprende a jugar con el papel monarcal, es difícil olvidarlo incluso cuando
está en medio de la farsa. Entonces, «¿quién es el que está representando
un papel y quién está viviendo realmente?» pensaba don Quijote. Podría
ser pronto para meterse en cuestiones trascendentales y el caballero
prefirió la respuesta ajustada.
—Lo mismo que siempre. La Caballería Andante de la Orden de la
Paz siempre resurge para lo mismo, para desfacer entuertos.
—Ya era hora que la Caballería Andante rebelara la Orden a la que
profesa.
—Pensé que me preguntaría por los entuertos de su corona.
—Es que mis comentarios van por orden de aparición.
—Entonces tendría que empezar por el principio «Lo mismo que
siempre».
—Es lo mismo que el final: «Desfacer entuertos».
359