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El César vs. el Estado

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—Será <strong>el</strong> de obstruir a la policía —aclaró <strong>el</strong> ciudadano— que<br />

pertenece al de Interior. ¿Dónde está la orden de detención?<br />

—¿Por qué imagina que habría detenciones?<br />

—No creo que la ráfaga de metralleta fuera una salva de honores<br />

y que <strong>el</strong> tono con <strong>el</strong> que habla sea para invitar a una fiesta.<br />

—¡Que te vayas de aquí! —chilló <strong>el</strong> secreta—; ¡que todos los p<strong>el</strong>os<br />

largos sois iguales!<br />

—Para conocer a alguien debes luchar con él.<br />

—¿Quieres p<strong>el</strong>ea? —dijo puerilmente <strong>el</strong> secreta.<br />

—Quiero Constitución! La p<strong>el</strong>ea no es a hostias sino con derechos.<br />

Deténgame, si es necesario. ¿De qué se me acusa?<br />

—Hay veces que para salvaguardar la seguridad d<strong>el</strong> estado —explicó<br />

<strong>el</strong> secreta más tranquilo cuando <strong>el</strong> otro se daba por arrestado—; hay que<br />

hacer detenciones preventivas.<br />

—No es lo mismo salvaguardar la seguridad d<strong>el</strong> estado a que <strong>el</strong><br />

estado sufrague la seguridad de los Bilderbergs y de otros pringados ¿De<br />

qué se les acusa? Yo los he estado escuchando y no tengo nada que<br />

quitar a lo que han dicho y si acaso mucho que poner.<br />

—<strong>El</strong> CNI ha decidido invitarles a que tengan un encuentro para<br />

cambiar impresiones —informó <strong>el</strong> poli—. Nosotros somos los<br />

emisarios.<br />

—A esto es a lo que se puede llamar una decisión de peso si tan<br />

expeditivamente necesitan hacer la invitación.<br />

—¡No!, era para no perderlos de vista.<br />

—Ya lo podía imaginar pero de lo que estoy seguro es que más que<br />

adivinarlo, <strong>el</strong>los lo sabían seguro. Por eso han preferido apoyarse en la<br />

Constitución que exige a los ciudadanos <strong>el</strong> derecho de que salvaguarden<br />

d<strong>el</strong> estado a su integridad.<br />

—¡Intimidad y no integridad, listillo! —corrigió <strong>el</strong> poli<br />

chulescamente—. ¡Y es <strong>el</strong> estado <strong>el</strong> que se encarga de salvaguardarlo. Los<br />

ciudadanos pueden dormir tranquilos porque d<strong>el</strong>egan esta función a él!<br />

—Ya estoy viendo <strong>el</strong> resultado de esta d<strong>el</strong>egación —dijo <strong>el</strong> anónimo<br />

ciudadano—. Incluso ustedes saben que desde <strong>el</strong> concejal de una remota<br />

pedanía hasta <strong>el</strong> presidente de la nación, los gobermangantes, políticos y<br />

corruptos (tres sinónimos de la misma canción) campan a sus anchas<br />

desfalcando al estado; esos mismos son los que ordenan que se<br />

inspeccione, vigile y persiga a los ciudadanos cuando dicen que están<br />

hartos de su maldita hipocresía que se traduce en esclavitud y<br />

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