El César vs. el Estado

—Pues «ese» —continuó la rubia decidida—, va a tener que inventar
más impuestos y subir los patentados para poder pagar las secuelas
psicológicas que nos están causando; no nos pueden vulnerar el derecho
constitucional a reunirnos para que los rebeldes inmortales nos regalen
sus abrazos y sus besos y no sus autógrafos como se debería esperar.
—¡Déjese de besos que tenemos que pasar! —ordenó la policía.
—¡No olviden que todo acto comporta una consecuencia! —se
opuso la rubia a los secreta—. ¡Dejen de ordenar si no quieren saborear
lo que es la desobediencia de las mujeres que va siendo hora de que la
empiecen a acatar! ¿Sabe a qué han venido?
—Je, je, je; por favor ¿cómo pregunta eso? —respondió
estúpidamente el secreta—. Yo me dedico a saber, habrá quien crea
que es una coincidencia pero yo no. Aunque siento curiosidad por
saber cómo ha ocurrido esto. ¿Usted lo sabe?
—¡No! —contestó la rubia mujer.
—¿No? Yo no lo creo pero siempre es mejor preguntar
—rechistó el idiota policía—. Queremos hacer un trato.
—¡Ya basta de tanta chorrada! —gritó la rubia sin secretos—.
¡Aquí no hay maltrato que valga! Somos testigas de que ellos no han
hecho ni dicho nada malo y nosotras no estamos haciendo nada
peligroso ni escondemos armas de destrucción masiva bajo la pantorrilla;
así que ¡¡estaos en paz!! ya sea bajo la de la corona Americana o de la de
Francia.
—¿Así dijeron las mujeres? —preguntó Sancho—. ¡Qué bravas son
las españolas actuales!; ellas sí que no tienen nada que envidiar a las
pasadas, ya fueran Comuneras Castellanas o Agustinas de Aragón. En
cambio de los varones, menos mal que el pelos largos eleva el listón.
Entre el pueblo de señoritos y sus señorías de pueblo, ¡más parecen
todos borregos que cabritos!
—¡¡Viva las mujeres!! —gritó el escudero.
—Sancho, no grites que aquí no te oye nadie —dijo don Quijote—.
¿No escuchas que nadie responde? No alucines que como bien has
dicho, en esta dimensión no podemos sentir y no es coherente que te
exaltes.
—¿Y por qué han gritado los policías que ¡viva, viva, viva! la
desobediencia civil? —reclamó Sancho.
—Eso es diferente.
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