El César vs. el Estado

—¿Y cómo ha tenido la iglesia tantos ovarios para echarle el muerto
a las mujeres? —preguntó el escudero ¡naturalmente!
—¡Buena pregunta Sancho! —brindó don Quijote— porque lo de
los ovarios no sólo es por su «rima» con la iglesia sino que atiende a algo
superior a ella; efectivamente, es una cuestión de ovarios. Si antes de que
finalice la salida no te encuentra la respuesta, no dudes ni de
preguntármelo ni de no olvidarlo. La pregunta que me haces de la iglesia,
hazla cuando te encuentres con ella. Los dioses, tengan lo que tengan, se
creen los number one y unas veces se camuflan de marcianos y otras de
extraterrestres; son los trogloditas que esclavizan a la subespecie sapiens
gracias a la psique, o sea, al ego.
—No da igual lo que tengan porque podría ser clarificador
—requería el escudero subliminalmente—. En este caso, el masculino
genérico puede ser la punta de un estratégico iceberg para que todo el
resto del montaje se quede a escondidas debajo del cutre Patriarcado
Machista.
—Si la respuesta no te encuentra por el camino, pregúntalo antes del
«The End». Junto a la imposición de esta falsa y adámica paternidad, una
moda (el dios macho) demasiado extendida e interesada en todas las
religiones monoteístas, se impuso la existencia de un bien y de un mal,
una fábula sobre la conciencia y la psique. Como bien dices, también se
declaró una culpable: la mujer. Desde entonces, el sentido común ha
estado dando tumbos y revolcones por «la Evolución creacionista» de la
psique. Si la existencia del mal crea una culpable universal y la
culpabilidad disuelve la conciencia, el círculo vicioso se cierra y ¿quién va
a sentir la necesidad de replantearse la paternidad real del bien y del mal
si se conocen todas las respuestas y, sobre todo, ya hay una culpable?
—¿Adónde quiere llegar? —preguntó un Sancho despistado.
—Más que metafórico, parece tendencioso el querer atribuir a la
digestión de una ansiolítica manzana la causa de todos los males. Que se
haya culpado de ello a la mujer redime al varón de la equivocación al
igual que para la mujer, la culpable será la serpiente que a su vez la
encontrará en la manzana que sentenciará la culpabilidad de dios que es
el que «impuso» el árbol del conocimiento. Esta fábula Adámica
vulgariza unos acontecimientos que los dioses han convertido en arcanos
y además, es la causa para que ahora salga de tu «intimidad más pura» el
mecanismo de culpar a otro de tu despiste existencial, un detalle que
expresa la supremacía de tu psique o tu ego por encima de la conciencia.
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