El César vs. el Estado

esuelto, era, empero, hombre precavido. Por espacio de semanas y
meses se consagró a tender sus redes en todos los sentidos, y fue ello
hecho con prudencia tal, que los culpables no se dieron la más mínima
cuenta. Los delatores fueron invitados a frecuentar los cenáculos de los
herejes para recoger nombres e indicios; los familiares del Santo Oficio
hicieron prodigios de habilidad. Convencido el cardenal Valdés de que
debía mostrarse como un gran artista en su género, soñaba con alcanzar
en su empresa la mayor perfección, realizando para el triunfo de la
religión una de las mayores operaciones policíacas que recordara la
historia. Pero un acontecimiento imprevisto le obligó a apresurarse.
El obispo de Zamora (que nada tenía que ver con el citado como de
Acuña y Osorio el despierto) aprovechando la Cuaresma mandó leer en
la iglesia los antiguos edictos que ordenaban a los fieles denunciar los
pecados y supersticiones de que eventualmente tuvieran noticia: así fue
cómo vino a enterarse de que un caballero rebelde, Cristóbal de Padilla
de nombre (que no Juan), había proferido frases sospechosas en materia
de Religión (una excusa para condenar un contenido similar al que se
realiza en la rebelación El César V5. 3l Est4do; ¿mediante qué excusa se va
a condenar al caballero Alcor? ¿Será esto otra profecía?). Prontamente
arrestado, tuvo, empero, Padilla, tiempo para avisar a los amigos más
comprometidos, los cuales, poniéndose en fuga, dieron la voz de alarma.
El cardenal Valdés, sin más dilación, apresurose entonces a tirar de las
redes. La pesca fue, en verdad, milagrosa; no menos que cuando Cristo
dijo a Simón: “Haceos a la mar y echad vuestras redes”. Solamente en
Valladolid los arrestados fueron ochocientos».
¡Qué diferencia de curas, el de Osorio, el que fuera obispo de
Zamora después y sobre todos el Cardenal Valdés! expresa el trancriptor
para cerrar el paréntesis).
El escudero ha aprovechado el paréntesis en el diálogo para intentar
recordar el nombre de su abuelo por si se lo habían puesto en honor a
él; qué blandita tiene la memoria para los nombres y su porqué o ¡cómo
se emociona y se deja llevar por el olvido! Cuál fue la sorpresa que sólo
recordaba una cosa de sus antepasados. Se planteó si como a don Carlos,
lo habrían colocado en otra familia rebelde a la que todavía desconocía o
si iba por el mundo sin equipaje de Pasado. Teresa Panza pertenece al
ahora y, aunque lejos en el tiempo, la echa mucho de menos; con la
cantidad de cosas que le quiere contar y seguro que ella ¡tan tranquila! De
padres no se sabe nada así que de abuelos, ¡para qué pensar! si sólo está
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