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El César vs. el Estado

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palmeras junto a una balsa artificial; así, <strong>el</strong> desierto d<strong>el</strong> Sahara sería más<br />

parecido al de la Mancha, que en vez de arena todavía tiene tierra.<br />

La pareja de detrás pasea junta y cada uno va a lo de nadie. <strong>El</strong><br />

escudero sigue observando <strong>el</strong> paisaje y especulando sobre lo que está<br />

apareciendo pero como <strong>el</strong> caballero está tan ausente, dejemos las<br />

aclaraciones para cuando ese sea <strong>el</strong> menester en otra interrupción más<br />

grande y sobre todo, más presente. Entre observaciones y<br />

murmuraciones, Sancho camina imaginando ser una biblioteca con cien<br />

patas y que cuando escriba su nov<strong>el</strong>a en Barataria, causará la admiración<br />

de sus convecinos y coterráneos. Hay que ser tan benevolente con <strong>el</strong><br />

futuro de la gente que sólo por cortesía se cita <strong>el</strong> deseo d<strong>el</strong> futuro y su<br />

escudero.<br />

Mientras que así vaga la pareja que no siempre está conectada, <strong>el</strong><br />

narrador ha aprovechado para rememorar los amores en vida de don<br />

Quijote, la reb<strong>el</strong>día ejemplar de las mujeres y alguna etimología más (*).<br />

Su<strong>el</strong>e ser habitual que cuando de amores es de lo que se anh<strong>el</strong>a <strong>el</strong><br />

recuerdo, la memoria entra en un estado al que confunde con un déjà vu<br />

más fácil que una libre con un gato. Nadie tiene un déjà vu con<br />

posesiones ni riquezas; se tienen con emociones sutiles y efímeras que se<br />

escurren de la memoria más rápido que las manos pierden la posesión<br />

d<strong>el</strong> agua. Lo malo que pasa con todo lo bueno es que es breve y sin saber<br />

si así es dos veces bueno, humildemente se acepta lo efímero de sólo<br />

algunos momentos. Nadie daría la vida por un reino a menos que fuera<br />

una troglodita psicópata pero no estoy muy seguro de saber si <strong>el</strong> andalusí<br />

la daría por vivir en un déjà vu eterno. Sentir que se vive la segunda<br />

oportunidad en todo lo que se está haciendo, sentir que conoces o<br />

presientes los agujeros d<strong>el</strong> camino para que meter la pata no sea ninguna<br />

excusa que te ayude a volver a cagarla, es reconquistar la candidez de la<br />

niñez y volver a sentir la paz real perdida en <strong>el</strong> ansia de alma. ¿Dónde<br />

estaría la vida o la memoria d<strong>el</strong> caballero mientras que <strong>el</strong> narrador<br />

evocaba nombres de mujer, nombres que para todos serán irr<strong>el</strong>evantes<br />

menos para uno solo que son eternos? Quizá en la Babia d<strong>el</strong> expatriado<br />

caballero podamos encontrar la solución.<br />

En una mujer que ¿es María Pacheco? Como somos maestros en <strong>el</strong><br />

arte de la discreción, por si fuera la imposible Dulcinea, no osaremos<br />

hablar de <strong>el</strong>la porque como don Quijote nadie lo puede hacer. Sólo <strong>el</strong><br />

ingenio de Sancho podría hacer algún comentario sobre la gabacha pero<br />

como está pensando en asteriscos y en estanterías llenas de libros, no ha<br />

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