El César vs. el Estado

Ahora mismo me siento como una diminuta partícula de levadura
que ha vivido el mayor big-bang existencial de su vida. Tenía muchas
ganas de ver a Claro porque mi conciencia se tranquiliza con él; no
hay juicios de valor, no hay bien porque no existe el mal, y nos
contamos «cosas» que se entienden muy bien. Me refiero a que las
cosas se entienden entre ellas porque yo no hago nada para
comprenderlas, justo lo contrario a lo que me sucede con los del
Clan, que ni queriendo puedo entenderlos.
Después de saludarnos en la pequeña Explanada de las Mezquitas
que se extiende delante de la abertura de la cueva, entendí que todo
estaba preparado y que pasara sola a comenzar con el capítulo de
hoy. «Muchos cambios está imprimiendo el viejo», pensaba sin
calibrar lo discreto que puede llegar a ser; y efectivamente, cuando
he entrado estaban preparadas la lupa, las pinzas y las láminas.
Hay tantas razones por las que siento que me conoce mejor que
yo, que si no fuera por su impecable trato, sentiría mi mente más
desnuda que cuando me «doy una ducha». Nadie me ha tratado con
tanta aceptación, consideración y respeto como los que siento junto a
él; de la seguridad que tengo a su lado es materia reservada a las
palabras y que sólo entenderá cualquier mujer que se sienta velada
por él.
Nadie que no esté sentado ante las tres primeras viñetas de La
residencia de los dioses podrá entender nada de lo que explique;
nadie que no esté sentado, ecuánime, sereno y despierto. Cualquiera
que viendo las tres viñetas entienda la causa de la extinción de la
especie humana, puede considerar que está liberado. No hace falta
nada más.
Puede que la elegida sea todavía inexperta y sufra un ataque de
irrefrenable ímpetu juvenil o puede que yo ya sea un viejo escéptico que
sólo está ocupado en la reacción de los sapiens paralizados; pero si la
heredera de los rebeldes (bueno, también del Clan) tiene razón y las tres
viñetas del inicio son suficientes para entender todo «esto», significará
que los lectores han entendido El César V5. 3l Est4do desde el evangélico
Prólogo, no habrán llegado a leer esto y no merecía la pena ninguna de
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