El César vs. el Estado

deberíamos maravillar de que semejante estupidez mantuviera a toda la
población a raya para que no se descubriera el Paraíso de los dioses.
Mientras que Civilizaciones vivían con todo esplendor en el Nuevo
Mundo o El Dorado, aquí creíamos que estaba el infierno. Ahora ya no
sé si al oeste de Finisterre estará el Gran Satán pinchando con sus misiles
o Neptuno con su tridente.
—¡Da gusto hablar directamente con los súbditos! —agasajó el
rey—. Demuestran que no son tan limitados como me habían dicho.
—Sepa, majestad, que las respuestas de este escudero se salen del
contrato —informó la presidenta—. Cuídese de su ingenio que es
imprevisible.
—¡Sancho! —susurró don Quijote—. Utiliza la cortesía y deja que
respondan primero sus señorías.
—Es que parecen otro Trío La-la-lá —se excusó el escudero—;
aprueban a coro para no decir ná’.
—¿Qué más quiere que digamos después de lo que ha respondido
usted? —preguntó el alcalde metiéndose en el fango.
—Es que realmente —aclaró el rey—, había preguntado por la
Versión Real de la demolición controlada de las Torres Gemelas; una vez
aclarado esto, podemos pasar al nombre del diablo que lo ejecutó y el del
sheriff que lo consintió.
—¡Joder! —se le escapó de nuevo al presidente.
—También —prosiguió el rey—, podemos hacer una lista de los que
con su ceguera y su silencio encubren los hechos reales que sucedieron.
¿Quiénes secuestran la memoria con las Historia (en singular)?
El silencio invadió a los contertulios y en la plaza sólo se escuchaba
el redoble de los picos de las cigüeñas. Los espectadores no respiraban
por si la inspiración interfería la escucha de la respuesta. La tensión que
se produce en algunos silencios es más insoportable que el estruendo de
las explosiones. Quizá sea esta la manera (con silencios) de negociar los
problemas serios, y no el otro talante con el que se perpetúa la infamia
(con la compra de una setentena de misiles Tomahawk para pinchar a
algunos en el culo y a los otros en el bolsillo). Nadie sabía por dónde salir
así que dejemos que el ingenio de Sancho haga de maestro de dispersión
en los jardines.
—También —sugirió Sancho—, podemos hacer una lista con las
cosas que deberíamos hacer para suavizar el advenimiento de la
extinción. Si nos pusiéramos a evaluar los entuertos que tenemos que
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