El César vs. el Estado

—Allí tiene una de bolsillo —contestó la vendedora—. Pueden
hojearla.
En una librería, allí son tantos sitios que no es difícil decir que es
ninguno a la vez. Sancho acudió allí para ver si él podía solucionar lo que
su maestro no conseguía. Don Quijote sorprendido le dijo que estaba
aturdido al notar que el escudero sabía leer en los libros. Así fue como
Sancho consiguió escoger el ejemplar de la novela a través de la que sin
él todavía saber, escaparía del entuerto espaciotemporal.
—¿Qué pasa, para qué quiere esto? —dijo Sancho ofreciéndole el
libro que buscaba.
—Para que podamos escabullirnos del salvaguardo que el Estado nos
tiene preparado —respondió el caballero.
—¿Y de qué trata el entuerto que tenemos que solucionar esta vez?
—cuestionó Sancho despistado.
—No Sancho, es del entuerto del que tenemos que escapar para que
todas las personas y cosas vuelvan a su lugar.
—¿El eterno retorno?
—Algo así. No es tiempo de filosofar y sí de actuar. Abre El Quijote
por donde quieras; pon la palma de la mano en una página que yo la
pondré en la otra. Atiende a la mente ecuánime y deja que suceda la
dicha.
Después de tanto escepticismo, de infamias y de hologramas,
tenemos que dentro de la puerta, ¡se ha producido el «milagro»! Cuando
el primer legionario de la policía secreta metió la pata en la librería, pudo
ver justo cómo la pareja se desintegraba. Miles de millones de células se
disgregaban y desaparecían de la vista como si por ósmosis, fueran
absorbidas por el prahna que quizá en este espacio, habría que llamar
antimateria. (Quien no crea que esto está demostrado científicamente,
que pregunten a los doctores de la quántica que lo podrán confirmar.
Quántica. Explican más o menos que «una partícula se convierte en onda
y se desplaza en el tiempo.») Los que seguían tras el primer secreta
quedaron sorprendidos por la parálisis del compañero y como
empezaban a empujar, preguntaron antes de derribarlo:
—¿Qué pasa capitán? —preguntó un policía.
—¡Han desaparecido! —respondió el secreta.
—¿Quién se nos ha anticipado, los masones, los Illuminati o los
Bilderberg? —preguntó el policía.
—Me temo que ninguno porque no he visto nada, nada de nada.
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