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Mujeres

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> que corren con los lobos<br />

contrarios a la conciencia; se conservan lozanos manteniendo las cosas oscuras y<br />

atrayentes. A veces nos cuesta recordar que estamos luchando por alcanzar la<br />

belleza de la luz.<br />

En este cuento, el perro es el portador de la luz y trata de establecer una<br />

conexión conciente con la mística naturaleza gemela. Hay "algo" que periódicamente<br />

intenta evitarlo, algo que es invisible, pero que con toda certeza es el responsable<br />

de la colocación de los huesos y de las empanadas. No cabe duda de<br />

que se trata del oscuro forastero, otra versión del depredador natural de la psique<br />

que se opone a la conciencia. Debido a la presencia de este adversario natural en<br />

la psique de todas las personas, hasta la psique más sana puede perder su lugar.<br />

El hecho de recordar la verdadera tarea que tenemos entre manos y de recordarla<br />

una y otra vez prácticamente al modo de los mantras, nos conducirá de nuevo a<br />

la conciencia.<br />

La adquisición de la fiereza<br />

El perrito aprende una vez más los nombres de las mujeres y regresa corriendo<br />

junto a su amo. Pasa de largo por delante del festín del camino y de los<br />

deliciosos efluvios procedentes de los arbustos. Vemos aquí que la intensidad de<br />

la conciencia de la psique está aumentando. La psique instintiva ha aprendido a<br />

reprimirse, a respetar las prioridades y a concentrarse. Se niega a distraerse.<br />

Ahora está atenta.<br />

Pero, como llovida del cielo, una cosa oscura se abalanza de repente sobre<br />

el perrito. El desconocido sacude al perro y le grita: "¡Dime los nombres! ¿Cómo<br />

se llaman las jóvenes para que yo pueda conseguirlas?" Al desconocido no le interesa<br />

la doble naturaleza ni las mejores cualidades de la psique. Para él, lo femenino<br />

es una posesión que desea adquirir y nada más.<br />

El desconocido puede ser una persona real del mundo exterior o un complejo<br />

negativo del interior. No importa lo que sea, pues el efecto devastador es el<br />

mismo. Esta vez el perro libra una batalla desenfrenada. Tanto si el sujeto es varón<br />

como si es mujer, eso es lo que ocurre en la vida exterior cuando un incidente,<br />

un error verbal o alguna cosa extraña se abalanza sobre nosotros y trata de<br />

hacernos olvidar quiénes somos. Siempre hay algo en la psique que trata de robarnos<br />

los nombres. En el mundo exterior también hay muchos ladrones de<br />

nombres.<br />

En el cuento, el perrito lucha con denuedo. A veces, sólo aprendemos a aferrarnos<br />

a nuestro más profundo conocimiento porque un desconocido se nos<br />

echa encima. Entonces tenemos que luchar por lo que más queremos, por aquello<br />

que tenemos entre manos, por nuestro desarrollo más allá de nuestros motivos<br />

espirituales superficiales, lo que Robert Bly llama "el deseo de sentirnos maravillosamente"4,<br />

por mantenernos aferrados al conocimiento profundo, por terminar<br />

lo que hemos empezado.<br />

El perrito lucha por conservar los nombres y, de esta manera, vence las repetidas<br />

caídas en el inconciente. Una vez terminada la batalla, comprobamos con<br />

asombro que el perro no ha perdido los nombres, pues la pelea era por eso, por el<br />

conocimiento de lo femenino salvaje. Quienquiera que lo posea tiene el mismo<br />

poder que la mujer. El perro ha luchado para entregarle este poder al hombre<br />

digno de él, Manawee. Ha luchado para impedir que el poder fuera a parar a un<br />

aspecto de la antigua naturaleza humana que lo utilizaría mal. La entrega del po-<br />

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