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Mujeres

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> que corren con los lobos<br />

En el cuento de "Piel de foca, piel del alma", la doncella foca le cuenta a su<br />

hijo relatos acerca de las cosas que viven y prosperan bajo el mar, lo instruye por<br />

medio de sus cuentos, moldea el hijo nacido de su unión con el ego. Está formando<br />

al hijo, le está enseñando el terreno y la forma de actuar del "otro". El alma<br />

está preparando al hijo salvaje de la psique para algo muy importante.<br />

La resecación y la lisiadura<br />

Casi todas las depresiones, los tedios y las erráticas confusiones de una<br />

mujer se deben a una vida del alma fuertemente limitada en la que la innovación,<br />

los impulsos y la creación están restringidos o prohibidos. La fuerza creativa confiere<br />

a las mujeres un enorme impulso que las induce a actuar. No podemos pasar<br />

por alto la existencia de los numerosos robos e incapacitaciones del talento de<br />

las mujeres que se producen por medio de las restricciones y los castigos que la<br />

cultura impone a sus instintos naturales y salvajes.<br />

Podemos escapar de esta situación siempre y cuando haya un río subterráneo<br />

o incluso un pequeño arroyo procedente de algún lugar del alma que vierta<br />

sus aguas en nuestra vida. Sin embargo, si una mujer que se encuentra "lejos de<br />

casa" cede todo el poder, se convertirá primero en una niebla, después en un vapor<br />

y finalmente en una simple brizna de su antiguo yo salvaje.<br />

Todo este robo y ocultamiento del pellejo natural de la mujer y la consiguiente<br />

resecación y lisiadura de ésta me recuerdan un viejo cuento que circulaba<br />

entre los distintos sastres rurales de nuestra familia. Mi difunto tío Vilmos lo<br />

contó una vez para calmar y dar una lección a un enfurecido adulto de nuestra<br />

extensa familia que estaba tratando con excesiva severidad a un niño. Tío Vilmos<br />

tenía una paciencia y una ternura infinitas con las personas y los animales. Poseía<br />

el don natural de contar cuentos según la tradición mesemondók y era muy<br />

hábil en la aplicación de cuentos a modo de suave medicina.<br />

∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼<br />

Un hombre fue a casa del sastre Szabó y se probó un traje. Mientras permanecía<br />

de pie delante del espejo se dio cuenta de que la parte inferior del chaleco<br />

era un poco desigual.<br />

—Bueno, no se preocupe por eso —le dijo el sastre—. sujete el extremo más<br />

corto con la mano izquierda y nadie se dará cuenta.<br />

Mientras así lo hacía, el cliente se dio cuenta de que la solapa de la chaqueta<br />

se curvaba en lugar de estar plana.<br />

—Ah, ¿eso? —dijo el sastre—. Eso no es nada. Doble un poco la cabeza y<br />

alísela con la barbilla.<br />

El cliente así lo hizo y entonces vio que la costura interior de los pantalones<br />

era un poco corta y notó que la entrepierna le apretaba demasiado.<br />

—Ah, no se preocupe por eso —dijo el sastre—. Tire de la costura hacia<br />

abajo con la mano derecha y todo le caerá perfecto.<br />

El cliente accedió a hacerlo y se compró el traje. Al día siguiente se puso el<br />

nuevo traje, "modificándolo" con la ayuda de la mano y la barbilla. Mientras cruzaba<br />

el parque aplanándose la solapa con la barbilla, tirando con una mano del<br />

chaleco y sujetándose la entrepierna con la otra, dos ancianos que estaban ju-<br />

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