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Mujeres

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> que corren con los lobos<br />

comprendimos que algo sagrado había pasado por nuestro camino. Percibimos en<br />

lo más hondo de nuestra psique el susurro lejano de un aliento conocido, notamos<br />

unos temblores en el suelo y comprendimos que algo poderoso, alguien importante,<br />

la salvaje libertad que llevábamos dentro, se había puesto en marcha.<br />

No pudimos apartarnos de todo aquello sino que más bien lo seguimos y,<br />

de esta manera, aprendimos a saltar, correr y seguir como una sombra todas las<br />

cosas que atravesaban nuestro territorio psíquico. Empezamos a seguir como una<br />

sombra a la Mujer Salvaje y, a cambio, ella empezó a seguirnos amorosamente a<br />

nosotras. Aullaba y nosotras tratábamos de contestarle, antes incluso de recordar<br />

su lenguaje, antes incluso de saber exactamente con quién estábamos hablando.<br />

Y ella nos esperaba y nos animaba. Éste es el milagro de la naturaleza salvaje e<br />

instintiva. Sin tener pleno conocimiento de lo que ocurría, lo sabíamos. Sin verlo,<br />

comprendíamos la existencia de una prodigiosa y amorosa fuerza más allá de los<br />

límites del simple ego.<br />

En su infancia, Opal Whitely escribió estas palabras acerca de la reconciliación<br />

con el poder de lo salvaje:<br />

Hoy hacia el anochecer<br />

me adentré un poco con la niña ciega<br />

en el bosque donde todo es<br />

sombra y oscuridad.<br />

La acompañé hacia una sombra<br />

que venía a nuestro encuentro.<br />

Le acarició las mejillas<br />

con sus dedos de terciopelo<br />

y ahora a ella también<br />

le gustan las sombras.<br />

Y el miedo que tenía se ha ido.<br />

Las cosas que han perdido las mujeres a lo largo de muchos siglos las pueden<br />

volver a recuperar siguiendo las sombras que arrojan. Y ya le puedes poner<br />

una vela a la Virgen de Guadalupe, pues los tesoros perdidos y robados siguen<br />

arrojando sombras sobre nuestros sueños nocturnos y nuestras ensoñaciones<br />

diurnas y también sobre los antiguos cuentos, la poesía y cualquier momento de<br />

inspiración. Las mujeres de todo el mundo —tu madre, la mía, tú y yo, tu hermana,<br />

tu amiga, nuestras hijas, todas las tribus de mujeres que todavía no conocemos—<br />

soñamos con lo que hemos perdido, con lo que surgirá del inconciente.<br />

Todas soñamos lo mismo en todo el mundo. Nunca nos quedamos sin el mapa.<br />

Nunca estamos las unas sin las otras. Permanecemos unidas a través de nuestros<br />

sueños.<br />

Los sueños son compensatorios, son un espejo del inconciente profundo en<br />

el que se refleja lo que se ha perdido y lo que todavía se tiene que corregir y equilibrar.<br />

Por medio de los sueños el inconciente produce constantemente imágenes<br />

que nos enseñan. Por consiguiente, como el legendario continente perdido, la tierra<br />

salvaje de los sueños surge de nuestros cuerpos dormidos envuelta en un vapor<br />

que se extiende por todas partes y crea una patria protectora por encima de<br />

todas nosotras. Éste es el continente de nuestra sabiduría. La tierra de nuestro<br />

Yo.<br />

Y eso es lo que soñamos: soñamos con el arquetipo de la Mujer Salvaje, soñamos<br />

con la reunión. Y cada día nacemos y renacemos de este sueño y su ener-<br />

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